Las lecciones en Venezuela

Cayo Salinas

CAYO Capriles no será el nuevo presidente de Venezuela, por lo menos mientras Chávez lo sea constitucionalmente y el fantasma de la enfermedad que padece pueda ser controlado clínicamente. Al ser así, el resultado que arrojó la justa del pasado domingo fue esclarecedor si consideramos que la pugna por llegar a Miraflores alcanzó tal grado de expectativa, que las elecciones venezolanas fueron para Latinoamérica lo que las de EE.UU son para el mundo. Importan –en ambos casos– no sólo por las características de sus actores, sino por las consecuencias y resultados que surgen de sus actos en el plano internacional y por los efectos que se generan en esos ámbitos.

De más está señalar en la influencia que Chávez ejerce en esta parte del Continente y en el rol de EE.UU dentro el orden internacional. Por otro lado, nada nuevo anoto cuando subrayo la natural aspiración de todo contendiente de ganar una elección. A eso se juega en política, a ganar y a lograr que los electores acepten ideas, ideologías y propuestas de cómo conducir el Estado.



El electorado, el que detenta la soberanía y la delega para que el ejercicio del poder, que se encuentra en manos de unos cuantos, cuente con el control de pesos y contrapesos propios de democracias consolidadas, es el que en definitiva determina el curso de aquella ejerciendo uno de los instrumentos más valiosos: el voto. Y fue éste el que dispuso que casi la mitad de los venezolanos hayan optado por una alternativa diferente a la del chavismo, y hayan dado muestras de una convicción en el plano democrático que hay que relievar. Así las cosas, uno de los aspectos más importantes por destacar de lo acontecido en Venezuela pasa por el hecho que quedó cuadriculado el panorama electoral si consideramos que antes al 7 de octubre se creía que la fuerza de Hugo Chávez era arrolladora e imbatible. Si reparamos en el uso de los instrumentos de poder que otorga el Estado y las desigualdades que significaron la campaña tanto por el acceso a recursos económicos cuanto por la posibilidad de mayor penetración al electorado, lo de Capriles fue un éxito.

Lo demuestra no solo la madurez con la que siempre hay que reconocer la derrota, sino las reacciones de Chávez, que a diferencia del pasado y en circunstancias similares, fueron (hoy) más mesuradas. En todo caso, más de seis millones de votos son razón suficiente para preocuparse por el futuro y no sólo pensar en el presente. Esa será, en consecuencia, la lógica que guiará los actos del teniente coronel que sabe, y muy bien, que el panorama venezolano ha variado diametralmente respecto a lo que aconteció hace seis años. Termino aquí: el único instrumento que permite la libre expresión del electorado es la democracia, y para que ella sea realmente tal, no sólo caben convocatorias a elecciones. La democracia, ejercida plenamente, exige de gobernantes la garantía de respeto de todos los principios de orden constitucional y de gobernados, la sumisión a ellos.

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La Prensa – La Paz