
Una importante movida en el mercado de los medios de comunicación está generando cambios importantes no solo en la estructura propietaria de los mismos, sino en otras áreas poco visibles para la mayoría de los bolivianos. Son áreas que hacen a la calidad y a la orientación de la información que se genera dentro y fuera del país, y que implican necesariamente cambios de mando y de obreros. Algunos de ellos provocan impactos inmediatos (despidos de personal, por ejemplo), pero otros sólo pueden ser percibidos en el mediano y el largo plazo. Y son precisamente estos últimos impactos los más importantes y los más difíciles de revertir.
En el caso de Bolivia, el impacto será notorio sobre todo en el nuevo año electoral que está previsto para 2014. Y no hay duda que a ese año apuntan los intereses de quienes están por detrás de la compra de medios de comunicación, la mayoría de ellos –por no exagerar diciendo todos- allegados o alineados con el MAS. En algunos casos, optando por ‘negociaciones’ peculiares, por decir lo menos, en las que la transacción en dinero está siendo reemplazada por la coerción y el chantaje político, que es lo que muchos afirman sucedió para que se diera el cambio de dueños en la Red P.A.T. Un extremo difícil de probar porque, como ya es harto conocido, responde a acciones mafiosas que suelen no dejar pruebas y contra las cuales pocos o nadie quieren sentar denuncia.
Es importante dejar en claro que no es la primera vez que hay movidas de este tipo que afectan la tenencia de medios de comunicación, sujetos a las reglas del mercado como ocurre en cualquier sistema capitalista. Ya hubo antes alarma por el interés de empresarios privados en comprar medios de comunicación y, luego, el expresado y hecho efectivo por dirigentes políticos. Y no es que empresarios y políticos no tengan el mismo derecho que cualquier otra persona a comprar y vender una empresa, sino que en la mayoría de los casos referidos a medios de comunicación, el interés principal no es el de administrar la información como un bien público, sino el de controlarla y manipularla según el interés económico o político partidario de sus propietarios.
Hecha la aclaración, volvamos al tema que nos ocupa hoy. Los cambios de dueños que se están dando en redes y canales de televisión, en radioemisoras y prensa, no llegan con buenos augurios, ni visan –es mi percepción- a mejorar o a democratizar el manejo de los medios y de la información. Creo más bien que se ajustan a la estrategia de Poder diseñada y puesta en práctica por el MAS, bajo un molde oleocrático. Es decir, una estrategia que está llevando a Bolivia de la democracia a la oleocracia (o gobierno de la muchedumbre, según la Real Academia Española), en la que “la apropiación de los medios de comunicación y de los medios de educación por parte de los sectores de poder son puntos clave para quien busca esta estructura de gobierno, a fin de utilizar la desinformación”, de acuerdo a Noam Chomsky.
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Ya se sabe cuál el objetivo de los oleócratas al pretender la apropiación de los medios y utilizar la desinformación: mantener “un dominio sobre masas en movimiento que hacen valer sus propias instancias inmediatas e incontroladas, creando la ilusión de que se impone un legítimo poder constituido sobre la voluntad popular”. Y haciendo creer, también, que toda la campaña discursiva contra los medios de comunicación (y contra sus dueños y trabajadores) está inspirada en la “preocupación” por la mala calidad informativa y en el afán de “mejorar la calidad” del periodismo. Basta acceder a los medios de comunicación estatales, manejados por y según el interés del gobierno de turno, para comprobar las falacias de ese discurso oficial.
Queda suficientemente claro en los medios de comunicación estatal que la apuesta de quienes gobiernan hoy Bolivia es la conquista y el mantenimiento del Poder, a través de “la acción demagógica en sus múltiples formas, apelando a emociones irracionales con estrategias como la promoción de discriminaciones, fanatismos y sentimientos nacionalistas exacerbados; el fomento de los miedos e inquietudes irracionales; la creación de deseos injustificados o inalcanzables para ganar el apoyo popular, mediante el uso de la oratoria, la retórica y el control de la población”. Esa apuesta es la que el MAS está trasladando a los medios privados, echando mano de sus alianzas con empresarios nacionales y extranjeros alienados con el Gobierno.
Lo que no está claro es cómo enfrentar esos cambios. ¿Hay una sociedad consciente de lo que éstos implican en la propiedad de los medios de comunicación? ¿Hay élites convencidas de la defensa de la información como un derecho humano y un bien público? Es lo que está por verse. Como por ver está también si las ONG y fundaciones que tantas investigaciones han realizado sobre el manejo de los medios privados son capaces de hacer ahora otros sobre las perspectivas de la información en Bolivia, considerando estos datos de la realidad actual.