Rolando Schrupp
Durante las décadas posteriores a la Guerra del Chaco la sociedad cruceña entendió que la única forma de aspirar al desarrollo era la importación de tecnología y conocimiento. Nuestro Pueblo además de sufrir siglos de postergación por parte de los colonialismos externos e internos aún lloraba las heridas que dejan una guerra fratricida. Si algo tiene nuestro Pueblo es que mantiene un Jenecherú atizonado que reavivó la llama de la esperanza y como si fuera predeterminado decidió mandar a sus hijos a estudiar afuera.
Y muchísimos cruceños salieron en búsqueda del conocimiento que permitiría apostar a convertir nuestra Nación en una región exitosa. Muchos sacrificios fueron hechos tanto por los jóvenes luchadores que salieron hacia el interior y el exterior, y muchos más fueron realizados por sus familias que sacrificaron tanto para darle esta oportunidad tanto a los estudiantes como a nuestro pueblo. Todos estos sacrificios se convirtieron en la mejor inversión que pudo hacer nuestro pueblo, pues todos estos grandes valores hicieron algo extraordinario: volvieron. A su retorno remangaron sus camisas y comenzaron a reaplicar lo aprendido y lo vivido en otras latitudes dando el impulso que necesitábamos con muchísima capacidad, conocimiento y visión.
Es increíble pensar que todo esto se hizo por amor al terruño y a nuestro Pueblo, contrario a lo que sucede hace unas décadas en China, que a punta de bala y chantaje se gradúan 1 millón de ingenieros por año en las universidades Estadounidenses y Europeas, para obligar a los nuevos profesionales a volver y trabajar en mejorar China con la aplicación de los conocimientos aprendidos y logrando la transferencia de tecnología necesaria para entrar en competencia mundial. Lastimosamente el impulso de seguir importando tecnología y conocimiento a nuestra sociedad se ha visto diezmado al pasar el tiempo. Surgió la brillante idea de crear nuestras propias universidades para la popularización del conocimiento, loable desde todo punto de vista, pero que cayó en una actitud decadente al aplicar la política de fotocopia de una fotocopia de una fotocopia. Resulta que muchos jóvenes profesionales acceden a su primer trabajo en su carrera profesional como catedráticos con todas las ganas pero sin casi ninguna experiencia.
La competencia canibalesca de las universidades privadas ha llevado a las mismas a no preocuparse de la calidad en sí, sino más bien a la producción de grandes volúmenes. Este canibalismo también es culpable de la mala decisión de reducir los honorarios de los catedráticos a prácticamente valores sentimentales, desincentivando a los grandes valores profesionales a incursionar en la docencia. Tratar de mirar el sistema de la universidad pública es aún más desalentador, donde la burocracia y la politiquería barata causan efectos aún peor en los niveles de educación y toma de decisiones, puesto que la competencia no es basada en los más capaces, sino en los más populares o con mejores condiciones de inversión en campañas ostentosas populistas de prebendalismo de votos.
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Si nuestra Santa Cruz quiere re-potenciarse y proyectarse hacia la potencia continental que puede llegar a ser, debe entender como sociedad que una nueva importación de conocimientos y transferencia de tecnología es necesaria, aprendiendo de su propia experiencia de éxito de la segunda mitad del siglo XX, y debe también analizar su posición con respecto a su sistema universitario, para poder contar con Almae Matres dignas de ser los centros de investigación y generación de ideas que puedan en un futuro no muy lejano ser la Escuela de Pensamiento Camba. Si queremos líderes en Santa Cruz se debe crear las condiciones para que sea la Escuela la generadora de éstos y no así esperar su generación espontánea por actuación divina.
Semanario Uno – Santa Cruz