Álvaro Riveros Tejada
Dedicado a Guillermo Riveros Tejada
Fiel a tus dotes de nigromante te fuiste al despuntar el alba de un domingo 7. Tú partida silente y llena de simbolismo, quizás nos quiso ahorrar el dolor y el llanto de la despedida. Empero, al pedir a tus seres queridos que te alcen los brazos para presentarte ante nuestro Señor, develaste el misterio y quebraste el ánfora de tu secreto.
Esta congoja que nos lacera el alma, a quienes te quisimos y admiramos con fervor profundo, sólo puede mitigarse con la constancia de tu recuerdo; con la dulzura de tus poemas y el interminable recuento de tu anecdotario.
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Presiento que como clarividente, tu sensibilidad y tu ingenio te indujeron a eludir muchas tristezas o tal vez Dios, en su profundo amor por ti, determinó que la premura de tu viaje, en el zénit de tu existencia, fuese para ahorrarte escenarios que lastimen la sensibilidad de tu espíritu, como el pesar de ver a esa noble tierra venezolana nuevamente sojuzgada y sumida en el despotismo; o la tragedia minera que se cierne sobre tu Bolivia que tanto amaste y la presagiabas en aquel poema que me dedicaste, cuando visitábamos las minas:
Cuando la luz queda atrás
El silencio vive aquí
resumido entre las breñas
de esta inmensa geometría
de cuarzos y lajas negras,
en que viven los que mueren
arrancándole a la tierra
los tesoros que el demonio
entre sus manos conserva.
En estas negras cadenas
en estas cadenas negras,
esculpidas por el viento
que con el páramo juega,
sólo son verdes las bocas
de los mineros que sueñan.
Adiós amado hermano, aeda extraordinario, te has convertido en ese vigoroso roble que tronchado por la muerte, no dejará de prodigarnos su sombra. Ahora sí –como dijiste- eres Guillaume, mi viejo hermano sabio, soñador y noctámbulo que con tu retina has visto tanto, que recordarte aumenta mi martirio.
Tan lejos de ti en el momento postrero de tu partida, sólo nos dejaste el consuelo de un sentido llanto y la esperanza de encontrarnos muy pronto, donde los ángeles travesean. Hasta entonces, ¡vaya para ti querido Guichi, este réquiem al hermano poeta!