Venezuela: los resistentes del fraude

FRAUDE Las urnas lo dejaron claro. Venezuela está dividida en dos partes cuyo volumen no se diferencia mucho. Pero la cara visible de cada una, sí. Los algo más de 6 millones de votos conseguidos por el candidato de la oposición, Henrique Capriles, han dado ánimos a muchos venezolanos, pero también han generado frustración. Nunca antes, en un proceso electoral, habían hecho sentir su aliento al presidente Hugo Chávez Frías.

La rápida aparición de Capriles en televisión reconociendo la derrota ha atajado cualquier protesta masiva pero hoy han dado la cara los resistentes del fraude. Los que, haya pasado lo que haya pasado, están convencidos de que la derrota es equivalente a fraude.

“Ayer, Capriles entregó la presidencia para evitar la violencia. Esto hubiera sido una guerra civil”, dice molesto Jonathan Dávila, un estudiante universitario que, como sus compañeros de concentración, luce muy diferente a las gentes que en la mañana pudimos ver en el centro de la ciudad, en la Plaza Bolívar.



Son dos Venezuelas a 11.5 kilómetros de distancia. Los entre 120 y 150 jóvenes que se dejan la garganta en esta concentración llevan piercing, transmiten la protesta desde sus teléfonos celulares ‘inteligentes’, sus cortes de pelo son de lo más diverso y postmoderno, y a ratos hacen algo de skate en la parte de atrás de este corte de calles que cierra dos de los cuatro paños de la Avenida Francisco Miranda a la altura de la Plaza Francia (conocida como Plaza Altamira).

Me explica Rober Reyes que se trata de un nuevo movimiento nacido espontáneamente ante lo que él denomina como “fraude electoral”. “Nos denominamos Acción Nacional contra el Fraude y no hay partidos políticos involucrados”. La convocatoria de esta concentración se ha hecho por twitter y los organizadores ‘espontáneos’ van avisando a las y los participantes de los hashtags para mover a los activistas cibernéticos. Una de las manifestantes me relata su frustración. “Sí, vale, la gente pita al pasar, los chamos [muchachos] no dejan de mover nuestro mensaje en twitter, pero queremos que estén aquí, con nosotros, luchando por Venezuela”. Sin embargo, John, un cincuentón que camina haciendo aspavientos con la cabeza, pasa a mi lado al bajarse de su moto y me dice echándome el brazo: “Lo que no hemos hecho los adultos lo están haciendo los chamos… tengo los pelos de punta”.

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Los ánimos se van caldeando. A los gritos de “¡fraude!, ¡fraude!”, se unen los de “se va a caer, se va caer, este gobierno se va a caer”, o “yo vine porque quise, a mi no me pagaron” o, el más extraño en este contexto: “el pueblo unido jamás será vencido”. Dos o tres espontáneos se unen en este lujoso barrio de Chacao haciendo sonar alguna cacerola desde las ventanas. El ruido no es estruendoso, aunque la protesta sigue. Es cierto que muchos coches de alta gama pitan para dar ánimo a los jóvenes. Otros gritan al sobrepasar la protesta: “¡Viva Chávez, no jodan!”. Cinco agentes de policía vigila desde lejos y los manifestantes se animan por la presencia de algunas televisiones internacionales. “Soy venezolana, tengo 19 años y no tengo futuro, con este gobierno que sólo promociona el hampa, la delincuencia… no tengo futuro porque dentro de 6 años igual estoy muerta”, reivindica una de las chicas más activas en la organización de la concentración. Cada cámara que enciende las luces es un nuevo empujón para el ánimo de este pequeño grupo. Esperan, casi como una aparición milagrosa, la llegada de algún representante de la Mesa de la Unidad Democrática (MUD), la plataforma de oposición que respaldaba a Capriles. Rober está seguro de que hoy llegará alguien. “Mañana vendrá Capriles, cuando seamos muchos más”.

Jonathan me había dicho al principio de la concentración, a las 6 de la tarde, que la gente se estaba uniendo, que esperara un rato e iba a ver. A las 7 p.m., cuando hay unas 50 personas más que al principio, le pregunto sobre sus expectativas. “Mañana seremos más”.

Otramérica