Álvaro Riveros TejadaNo pasa desapercibida la inveterada costumbre de nuestro Canciller de rendirle culto a la piedra, atribuyéndole una serie de virtudes y facultades que, hasta que se entronizó el proceso de cambio en el poder, nos eran totalmente ignotas.Desde su insólita aseveración de conferirles sexo, dejando a nuestra fantasía la forma en que estos guijarros harían práctica de él, no hay discurso o arenga en los que no invente una nueva propiedad, combinando sus profecías con agüeros sobre todo tipo de acontecimientos y propiedades de cuanto espécimen vegetal o mineral se le pasa por el caletre. Sean sus profundos conocimientos sobre el poder afrodisíaco de la papalisa o las virtudes de la coca como poderoso elixir para combatir las dispepsias, flatulencias y meteorismos, o su insondable enemistad con la Coca Cola, condenada a desaparecer en este próximo solsticio de verano, de acuerdo a sus conocimientos metafísicos de la cultura Maya y todos los vaticinios de este canciller nigromante que nos desconcierta. Lo interesante del caso, y algo muy digno de emular, es la habilidad de desviar la atención de los bolivianos de problemas y escándalos que asolan nuestro cotidiano existir, para no aclarar y responder por ejemplo: cómo la fortuna de S.E. se ha incrementado de manera tan contundente estos últimos años, con el riesgo de ser pasible y víctima de la ley de extinción de dominio, próxima a dictarse. Lo desconcertante es que nos pongan entre la disyuntiva de saber si el gasolinazo que se nos viene lleva un sello de impuesto o de simple porcentaje a nuestros gastos de transporte. Si la ley de extinción de dominio es simplemente un Folio Real mejorado o una tajante orden de incautación, al mejor estilo castro-chavista.Entonces, el sabio nos adormece con sus presciencias y definiciones líticas y sus cálculos de anagramas. “Cien pochos suman cien mil dólares”; En el mundo aimara la piedra es usada para construir, mientras los perversos de la derecha imperialista la usan como proyectil. El campesino cansado la usa como asiento y su inocente niño la usa como juguete; David la usó para matar a Goliat y Miguel Ángel para sus bellas esculturas; la mujer es como ella, igual sirve de pedestal o de lápida etc., etc. Finalmente, esa obcecada fijación con las rocas nos trae a la memoria una anécdota del obispo de los retruécanos, relatada en Tradiciones Peruanas por Ricardo Palma, cuando refiere la historia de un coronel español apellidado Piedra, que envió a mala parte un papel que el obispo originario le dirigiera solicitando la libertad de un recluta: «Español y caballero es Piedra, /y tócale a él hacer uso de papel para limpiarse el trasero/ Tal proceder no me arredra en semejante animal; /yo soy indio y como tal /me limpio el … con piedra». He ahí un primer colonialista que supo hacer verdadero culto a la piedra.