La cultura en la economía


Gustavo Angelo*Cultura y economía son dos términos que a lo largo de la historia marcharon por separado, como líneas paralelas que, aunque podían mirarse la una a la otra, parecieran estar condenadas a no reunirse nunca. Primero, como concepto holístico, referido a las relaciones del hombre con la naturaleza, los dioses y los otros hombres, luego como idea de “alta cultura” o “artes elevadas”.La cultura, al ser una ciencia social, se podría decir que está lejos de la ciencia económica; empero, la cultura hoy en día es también economía, descifrada en inversiones, producción, ventas, balanza comercial, gasto público, gasto privado, empleo y pagos por derechos de autor, etc. Estas variables económicas se van descifrando en las tareas/actividades de la gestión cultural de los gobiernos, como ser las serenatas de aniversarios, fiestas carnavalescas, entradas folklóricas, etc. Desconociendo que estas actividades poseen “externalidades” negativas en el consumo y en la producción. Por ejemplo: las bebidas alcohólicas, las peleas, los embarazos no deseados, la transmisión de enfermedades sexuales, la contaminación del medio ambiente, etc. Estas externalidades suelen ocurrir especialmente en las entradas folklóricas de Guadalupe, Chutillos, Gran Poder, Urkupiña. Beneficiando en diferentes atributos (económicos) a los vendedores ambulantes, a la cervecería nacional y a los negociadores de puestos, entre otros. Sin embargo, no solventa la gestión cultural y no acredita a los organizadores; más al contrario, los desacredita por las consecuencias ocurridas. De esa manera la política cultural de este tipo de actos llega a ser estéril. Pese a que circulan millones de bolivianos en los días de las entradas folklóricas.Para que las políticas culturales lleguen a ser aceptadas por la mayoría de la sociedad, necesariamente deben estar proyectadas a “largo plazo”, con una visión patrimonial y económica. Que beneficie a los sectores del desarrollo económico y social, entre ellos al turismo, manufacturas, comercial, producción, artesanal, etc. Y con la praxis de política económica a la gestión cultural de los gobiernos -salen ganando todos- desde los financiadores del proyecto hasta la sociedad en general, obteniendo como resultado el crecimiento de la economía y de la cultura. A modo de ejemplo, supongamos la inversión de un proyecto cultural -implementación de un museo en una de las provincias del departamento de Potosí- donde se tiene como fortaleza el patrimonio de un artista que hizo historia en el ámbito nacional e internacional. La ejecución de este proyecto beneficiaría a varios sectores del desarrollo económico y social, entre ellos al sector turístico por el incremento de las visitas esporádicas de turistas. A través de ello, los turistas descifran la economía en el consumo y gasto, por medio de las casas de hotel, del mercado negro, de los boliches, del transporte, de las artesanías, etc. Considerado además “el turismo como la niña mimada de Bolivia” que es un motor importante para la economía boliviana, que beneficia a varios sectores del desarrollo. Estos proyectos llegan a ser factibles si se tiene la perseverancia, la fe en los proyectos, la autocrítica y el seguimiento. Que además los gobiernos por ley (popular, autonomías) deben invertir en infraestructura, equipamiento, desarrollo social que son las inversiones relevantes para la cultura y para el ejemplo (“supuesto”).La búsqueda de financiamiento no es un problema. El problema es el “poco interés a la elaboración de proyectos culturales a largo plazo”. El financiamiento puede ser realizable, proponiendo proyectos culturales a diferentes agencias internacionales. De esa manera la cultura se va descifrando en la economía volviéndose tangible y cuantitativa, permitiendo plantear una serie de modelos económicos.*Investigador en temas culturales