La gran tentación del poder sin limites

Empiezan haciéndose otorgar poderes plenipotenciarios, luego construyen los mitos, y por último asumen un carácter mesiánico.

Alfredo Leigue

Monitorear los grupos disidentes, doblegar al opositor, forzar la voluntad del antagonista y sembrar el temor mediante la manipulación de la justicia y de las leyes. Amenazar con encarcelamientos y procesos inconclusos, acabar en los hechos con el debido proceso y someter a la sociedad a la zozobra, son algunos de los elementos que configuran a los gobiernos totalitarios.



Y todo se resume a un solo verbo: permanecer. Durar en el cargo de la autocracia y prolongarse en el gozo que produce ser el amo y señor de todo un territorio, sus habitantes, sus patrimonios y haciendas. Sentirse un semidiós y olvidarse mientras pueda de la finitud de la vida y de las circunstancias, inclusive a costa de la suerte del resto.

El poder total tiene un componente afrodisíaco y erótico, quien lo detenta es el centro de la atención y requiere un público que le rinda culto. Tiene a su alrededor una corte que lo hace vivir permanentemente en un paisaje surrealista, en un sueño narcotizado del que no quiere ni le interesa despertar.

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El todopoderoso goza, vive en un mundo de fantasía y esta dispuesto a todo por soñar toda la vida. Quienes lo rodean se benefician de esta situación por que en su nombre operan el estado opresor.

Por esto y mucho más, hombres como Mohamed Mursi en Egipto, luego de ser elegidos democráticamente empiezan a transitar el camino del abuso. Empiezan haciéndose otorgar poderes plenipotenciarios, luego construyen los mitos, y por ultimo asumen un carácter mesiánico. Como saldo, cuando han pasado una o dos generaciones queda el esfuerzo de comenzar de nuevo, de reconstruir, de volver en si y de empezar a mirar el mundo como un lugar donde nunca debería existir ninguna persona que sea lo suficientemente poderosa como para doblegar a millones por vías persuasivas, valiéndose de su indefensión o por la fuerza, valiéndose de las armas.

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