La Ley Mursi

Cayo Salinas Las paradojas de la democracia, cuando se la pinta como tal, tienen reveses como el egipcio. Nadie cree, por supuesto, que por el sólo hecho de acudir a las urnas, ésta -la democracia- cobra ciertos ribetes al punto de ser “perfecta”. Muchos datos históricos nos muestran que inefables personajes la utilizaron como vehículo para llegar al poder y luego desatar una oleada de violencia para dar origen a “dictaduras democráticas” funestas por la forma cómo se condujeron. Lo de Hitler, en cuyo período “democrático” se produjo el incendio premeditado del Reichstag con el propósito de exterminar comunistas y judíos, es sólo una muestra. De ahí que la democracia por sí sola no basta para garantizar el respeto de garantías y derechos constitucionales, pues para que ello acontezca, es indispensable alcanzar cierta madurez en el ejercicio de comprender la necesidad de respetar sus postulados. Ahora bien, frente a ese abanico de episodios que dan cuenta de intentos por quebrantar el orden constituido bajo el paraguas democrático, lo de Egipto no tiene parangón. Luego de la renuncia de Mubarak como consecuencia de la Primavera Árabe, las voces de respeto a los derechos civiles y políticos calaron hondo en la región al punto que se eligió en las urnas a un Presidente que, por primera vez, no fue militar. El islamista Mohamed Mursi asumió el cargo en un mar de expectativas como suele suceder en circunstancias como ésta. Sin embargo, Mursi, del partido de los Hermanos Musulmanes, acaba de prohibir que sus decisiones sean recurridas ante la justicia ordenando que éstas sean “inapelables por cualquier método o ante cualquier órgano”, en un claro atentado contra la independencia de jueces y sus fallos. Como es natural, los Hermanos Musulmanes han llamado a contramarchas convocando a manifestaciones masivas en apoyo a Mursi, en tácticas políticas que las utiliza todo gobierno que se enfrenta al repudio ciudadano. No hay duda que la decisión del Presidente egipcio debe ser equiparada a cualquiera que provenga de un gobierno de facto y cuidadosamente analizada por las reproducciones que puede llegar a tener. A título de apoyo mayoritario en las urnas, son varios los gobiernos que adoptan posturas antidemocráticas en pos de eliminar derechos civiles y políticos y así consolidar modelos ideológicos que como el egipcio, es fundamentalista y radical. Atentar contra la independencia de poderes en actitudes casi imperiales al impedir que un decreto presidencial sea recurrible, no es más que emular al Estado soy yo de Luis XIV, por decir lo menos. Y es que el propósito de concentrar el poder en una sola persona es siempre el germen de grandes catástrofes, de mucho sufrimiento y el aniquilamiento de derechos constitucionales. El caso egipcio nos muestra que en muchas ocasiones las señales de respeto a la ley y a la CPE en etapa pre electoral, no son más que instrumentos para imponer dictaduras bajo corrientes ideológicas donde el ser humano y su libertad, es lo último que cuenta.La Prensa – La Paz