Poderes extraordinarios a funcionarios inescrupulosos

Mauricio AiraEn medio del torbellino de acontecimientos que envuelven al caso del estadounidense Ostreicher víctima de una verdadera red de extorsionadores, públicamente denunciada por el Ministro de Gobierno Carlos Romero, se ha deslizado el texto de un “poder legal” concedido por el controvertido Embajador de Bolivia ante las Naciones Unidas Sacha Llorenti, a favor de los funcionarios a cargo de ciertas acciones muy especiales del despacho de Gobierno por ende del más importante operador del Estado.Provoca estupor, sorpresa y desaliento comprobar el contenido de dicho poder que habilita a los abogados del ministerio a realizar “todas las tareas posibles en el espectro de las acciones destinadas a velar por la seguridad y el interés del Estado” por encima de las propias atribuciones del ministro de Gobierno.Poder judicial tal, bastante para intentar y contestar demandas, darse por citados y o notificados, oponer y contestar excepciones y reconvenciones, desistir, transigir, convenir, comprometer en arbitrios de derecho, promover y evacuar pruebas, pedir y hacer ejecutar medidas preventivas y ejecutivas, ejercer los recursos ordinarios o extraordinarios que conceden las Leyes, hacer uso de todos los recursos legales para la mejor defensa de los intereses del Estado. Los poder habientes quedan autorizados a nombrar apoderados especiales para asuntos determinados cuando lo juzguen conveniente o nombrar apoderados especiales para asuntos determinados. Los apoderados están facultados para ejercer mi plena representación con su sola firma (la de Sacha Llorenti) y obligar al Ministro en cada uno de los actos en que intervengan a su nombre.Difícil entender que letrados como son los poder conferentes, hubiesen estampado su firma y sello y comprometido la Fe y el Poder del Estado en un documento que los inculpados, no cabe duda, querrán utilizar durante el juicio que sobrevendrá a las detenciones ejecutadas en horas pasadas y las que sobrevendrán. Si hasta llevan a deducir que algo malo se traían entre manos para demandar del titular del Ministerio semejante cúmulo de atribuciones.No extrañe por tanto si apegado a los hechos del caso Ostreicher víctima del sistema que está dañando las estructuras de la Nación, y que está siendo aparentemente subsanado, merced a la providencial intervención de Sean Penn, el actor cinematográfico famoso por sus premios Oscar, y que puso al descubierto la dramática historia del millonario que llega a invertir y termina siendo encarcelado y saqueado de sus bienes estimados en más de 30 millones de dólares, no extrañe repito que todo ello no sea sino el resultado del axioma “metéle nomás” que el Jefe de Estado ordenó a sus abogados cuando le observaron que estaba procediendo en contra de la Ley.Más de uno pensará que es una manera simplista de explicar la enormidad de sucesos corruptos que están saliendo a luz a partir del S.O.S. del encarcelado en Palmasola, que la iniquidad, la extorsión, y la conducta contraria a la Ley están siempre presentes en el accionar humano, es cierto, como lo es la prédica del odio a los Estados Unidos, a sus ciudadanos, a todo lo que representa capitalismo de estado y se identifica con el país del Norte, está dando por resultado conductas adversas, predispuestas en contra de personas e instituciones identificadas con “el imperialismo”.Algo resulta claro, el descrédito de la Nación, la muy negativa imagen del sistema Judicial totalmente dependiente de un Ejecutivo sujeto a las presiones de sus mandantes, los productores de coca, los gremialistas que viven del contrabando, los contrabandistas de carburantes, los loteadores y agresores de la propiedad privada, que consideran “muy suyo el Régimen” que lo permite todo, que es capaz de remontar la Ley para obtener sus fines de dominación y permanencia en el Poder.Si axioma es proponer algo evidente y que será aceptado sin necesidad de demostración previa, concluiremos que el error mayor estuvo en la elección de Evo Morales como Jefe de Estado sin haber sopesado antes lo peligroso que resulta ser gobernados sin la moralidad de una conducta de vida.