Si alguno de los sucesos de este 2012 que ya se va puede definir el año vivido en Bolivia, es sin duda el mega-escándalo de corrupción que sacude al gobierno de Evo Morales.
Aunque las denuncias sobre presiones gubernamentales en la justicia abundaron en años anteriores, divulgadas por opositores perseguidos, fue en el 2012 que las manipulaciones judiciales se hicieron evidentes e incontrovertibles a raíz del caso Ostreicher.
Para que la administración evista se viera forzada a actuar contra sus propios asesores parece haber sido fundamental la influencia norteamericana, admitida primero por el ministro de gobierno Carlos Romero, quien señaló que los mensajes recibidos por el presidente Morales en su celular provenían de la embajada estadounidense en La Paz; y luego por el ministro de la presidencia Juan Ramón Quintana, quien reconoció que existieron “presiones humanitarias” de EEUU.
También desde el país del norte, aunque no impulsado desde Washington sino muy probablemente por la gravitación que tienen las organizaciones de activistas judíos sobre Hollywood, llegó el actor Sean Penn, ideológicamente alineado con el ALBA, pero quien acabó desempeñando un papel incómodo para el régimen de Evo Morales al convertirse en cruzado de la liberación de Jacob Ostreicher.
¿Qué cartas tenía en la manga el “imperio” para provocar tal desbarajuste?
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¿Evidencias sobre el involucramiento de altos mandos en las prácticas manipulatorias de la justicia? ¿Algún expediente del caso del narco-general Sanabria?
En todo caso, esta alineación de astros contribuyó a hacer del 2012 el Año de la Corrupción, y como van las cosas el 2013 podría ser el Año de la caída total de las máscaras…