Vista en perspectiva, la victoria del oficialismo en la mayoría de las gobernaciones venezolanas podría ser la despedida triunfal de Hugo Chávez del escenario político de su país y del continente. Triunfal, pero despedida al fin.Sería, tal vez, el canto del cisne de Chávez. Por canto del cisne se entiende la última obra o actuación de una persona. A pesar de que el cisne no canta nunca -apenas lanza un ronquido sordo-, una antigua leyenda relatada por Marcial y Virgilio dice que el cisne emite el canto más melodioso como premonición de su propia muerte.Paradójicamente, es la cercanía del líder con el deceso lo que ha alimentado el voto por los candidatos de su partido, carentes de fuerza propia. Y allí donde el oficialismo se topó con un contrincante de perfil alto y peso nacional, como Henrique Capriles, la estrategia fracasó.Todo parece indicar que el comando del PSUV apostó por chavizar los comicios, sabedor de que su poder electoral radica en la figura del caudillo, aunque eso significara explotar mediáticamente su enfermedad.Esto incluyó el ventajismo del vicepresidente Nicolás Maduro, que en plena veda usó los medios para pedir “un voto de amor por Chávez”.A ello se sumó una amplia abstención, en gran parte generada por la decepción entre la ciudadanía debida a las maniobras del oficialismo en las pasadas elecciones presidenciales de octubre, cuando se rompió el empate técnico mediante el acarreo coercitivo de votantes en las últimas horas de sufragio. Sin duda, el resultado alcanzado por el chavismo contribuirá a su supervivencia política. No sería el primer ni único caso de un movimiento que sobrevive a su caudillo fundador (pensemos, por ejemplo, en el peronismo). Pero de ninguna manera garantiza la continuidad de su hegemonía, dado que los votos fueron para Chávez y no para el partido. En esa diferencia radica la esperanza, no sólo de las fuerzas democráticas venezolanas, sino de toda la región…[email protected]