Casi como si reeditara aquello de los “errores pero no delitos”, el ex viceministro de gobierno del MAS, Gustavo Torrico, salió al ruedo en medio del escándalo de la red de extorsión para decir que su correligionario Sacha Llorenti es “gil pero no corrupto”.Según la ex autoridad, quien además comanda el grupo masista de “Los Satucos”, si Llorenti está metido en este lío “es por gil, o sea por no controlar a su gente”.Interesante criterio el de Torrico, no porque absuelva a Sacha Llorenti en los numerosos casos de corrupción ejecutados por sus subordinados (entre los que también hay que incluir al narco-general René Sanabria), sino porque pone el dedo en la llaga en un punto importante.En efecto, los altos mandos del régimen evista pueden dividirse en dos clases: los giles y los corruptos, ya que, o bien participaron en los turbios manejos de sus asesores, o fueron lo suficientemente incompetentes para no controlar lo que se estaba haciendo.En ambos casos, ya sea que se peque por acción u omisión, los altos mandos están igualmente descalificados para llevar las riendas del Estado.¿En cuál de las dos casillas ubicar al presidente Evo Morales?Si tenemos en cuenta las declaraciones del alcalde masista de Warnes, Mario Cronembold, quien asegura haberle advertido al gobernante sobre los manejos extorsivos meses atrás, sin que el mandatario cocalero actuara en consecuencia, la balanza parece inclinarse hacia el lado de los corruptos.El asunto es por demás arduo, en cuanto la descontrolada verborrea presidencial amaga con situarlo en el otro plato de la balanza…[email protected]