Humberto Vacaflor Ganam
Con dramatismo y suspenso, los norteamericanos estaban debatiendo formas urgentes para evitar el impacto del “fiscal Cliff” o abismo fiscal que llegaría con el año nuevo.
El debate es apasionante y seguramente se habrá resuelto cuando esta columna esté en el proceso de ser publicada.
El dilema más interesante se refería a quiénes iban seguir gozando de las exenciones tributarias. Había dos ideas: que gocen de esas exenciones sólo quienes ganen menos de 150.000 dólares al año o los que ganen menos de 450.000.
De ese debate salió el dato de que quienes ganan más de 150.000 por año suman cinco millones de ciudadanos, mientras que quienes ganan más de 450.000, suman un millón.
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Interesante ejercicio. Si se aplicara en Bolivia, hablando de los ingresos reales de las personas, estaríamos descubriendo que hay una gran concentración de millonarios en el sector cocalero.
Si fueran norteamericanos, en este momento tendrían que prepararse para pagar más impuestos, pues las exenciones habrían sido anuladas.
La ventaja de los cocaleros es que nunca pagan impuestos, ya sea que ganen más de 150.000 dólares o de 450.000.
Cuando el INE informa de sus avances en el cobro de impuestos, clausurando locales a diestra y siniestra, se debe tener en cuenta que es una institución obligada a dejar de lado, a liberar de facti, a todos los dedicados a la coca y sus derivados.
Es un sector que genera inmensos ingresos, que influye en la demanda, que provoca incrementos de los precios y de los jornales, que es responsable de casi un tercio del parque automotor de Bolivia, pero que no paga impuestos.
El presidente Morales espera que sus gestiones terminen despenalizando a la hoja de coca, quitándola de la lista de los estupefacientes.
Quizá está pensando que cuando llegue ese momento y sus bases cocaleras tengan derecho a seguir cultivando la hoja, se aplicarán los impuestos.
Si van a ser legalizados, pues que actúen como legales. El FBI dijo hace poco que la jefatura de los cocaleros podría ser comparada con Al Capone. La historia de este mafioso es que cayó cuando el gobierno de Estados Unidos decidió cobrarle impuestos.
Lindo dilema.