Gran hipócrita


Editorial de ABC ColorPATRIOTAEn lo que puede calificarse como una manifestación del más descarado cinismo, el ministro de Relaciones Exteriores del imperio del Brasil, Antonio Patriota, hizo una vergonzosa apología del régimen personalista y autocrático de Venezuela, manifestando su confianza en que la sucesión presidencial que se presentará con la desaparición física de Hugo Chávez se resolverá “de manera consensuada”. Está claro que los petrodólares del gorila bolivariano tienen un peso determinante cuando los líderes regionales “evalúan” la deteriorada situación política que atraviesa el país caribeño. La libertad de expresión no está vigente allí. Los derechos humanos tampoco son defendidos ni promovidos por el chavismo. En ese país hay presos políticos y exiliados. ¿Es esta la “plena vigencia de la democracia” que el señor Patriota observa en Venezuela?“No hay ninguna razón para sospechar que en Venezuela no hay plena vigencia de la democracia”, sostuvo muy ligero de cuerpo el canciller brasileño, para agregar que “hay cuestiones constitucionales y son los venezolanos quienes tienen que resolver de manera consensuada”.En primer término, afirmar que en la Venezuela chavista existe “plena vigencia de la democracia” es un despropósito, cuando no una falacia de proporciones monumentales. Es imposible que el régimen bolivariano pueda ser caracterizado de esa manera cuando la libertad de expresión del pueblo venezolano está bajo permanente ataque y hostigamiento.La libertad de expresión y de prensa es considerada por la Carta Democrática Interamericana (CDI) un “componente fundamental del ejercicio de la democracia” (artículo 4º). Pero ella, de ninguna manera está vigente en Venezuela, país en el que Hugo Chávez arbitrariamente procedió al cierre de canales de televisión, la persecución de directivos de medios de comunicación y periodistas, así como a la clausura de al menos 34 radioemisoras.Los derechos humanos tampoco son defendidos ni promovidos por el chavismo. De hecho, pocos meses atrás, el régimen dispuso la denuncia de la “Convención Americana sobre Derechos Humanos o Pacto de San José”, a fin de sustraerse de la jurisdicción tanto de la Comisión como de la Corte Interamericana de Derechos Humanos, en una infame operación destinada a evitar que los venezolanos puedan acudir a ellas cuando sus derechos fundamentales son atropellados.En la Venezuela chavista hay presos políticos y exiliados; hombres y mujeres que fueron obligados a buscar asilo en otros países porque el Gobierno los declaró públicamente enemigos del régimen, como fue el caso de Manuel Rosales, un excandidato presidencial que en 2009 debió buscar refugio en Perú ante las marginadas denuncias de corrupción que le inventó el oficialismo.¿Es esta la “plena vigencia de la democracia” que el señor Patriota observa en Venezuela?Pero si esto de por sí constituye un cinismo puro y duro, expresar confianza en que la sucesión de Chávez se resolverá tranquilamente por ser “cuestiones constitucionales que los venezolanos tienen que resolver de manera consensuada”, es una expresión de la máxima hipocresía por parte del canciller brasileño, porque ese mismo respeto por las disposiciones constitucionales que Patriota alega ser respetadas en Venezuela no fue lo que se evidenció con su presencia en Asunción, cuando el pasado 22 de junio el Congreso Nacional, de acuerdo con los preceptos establecidos en la Carta Magna de nuestro país, destituyó legítimamente del cargo al entonces presidente Fernando Lugo por notorio mal desempeño de sus funciones.En esa oportunidad, antes que mostrarse respetuoso de las leyes internas de nuestro país como correspondía, Patriota encabezó una patotera comitiva de cancilleres que, descaradamente, intentó torcer la voluntad del pueblo paraguayo expresada a través de sus legítimos representantes. Y cuando el ministro brasileño no pudo conseguir su perverso objetivo porque no logró sublevar a la cúpula de nuestras Fuerzas Armadas, impulsó a tambor batiente la suspensión del Paraguay del Mercosur y la Unasur. Perversamente, alegó la falta de “plena vigencia de la democracia” que hoy elogia y declara existir en la Venezuela chavista.Como puede observarse, la coherencia no es precisamente una característica sobresaliente de la diplomacia brasileña, menos aún en los tiempos que corren. Todo depende, como se suele decir, del cristal con el que se mire. O, mejor dicho, de acuerdo a la cara –entiéndase bolsillo– del cliente. Si se trata del presidente de un país rico “amigo y benefactor”, cualquier abuso le será tolerado, disculpado y perdonado. En cambio, si de una nación pequeña e indefensa se tratare, se la intentará someter miserablemente como a una colonia merecedora del mayor de los desprecios.Es oportuno que los paraguayos evaluemos con atención este tipo de hipócritas conductas. Debemos estar en condiciones de discernir claramente quiénes son nuestros amigos en la región, y quiénes nuestros implacables verdugos. En el caso del señor Patriota, está más que claro de qué lado se encuentra.