Cuando aún no acaba de solucionarse el problema de los soldados bolivianos detenidos en territorio chileno, un nuevo incidente viene a elevar la temperatura en la “frontera caliente”.
Para colmo de males, los hechos son amplificados por la incendiaria retórica del presidente Evo Morales, que parece apostar por una deliberada estrategia de tensión Bolivia-Chile.
Como se recordará, el reposicionamiento mediático de la cuestión marítima por parte del gobierno se produjo poco después del fallido gasolinazo de diciembre de 2010, que bajó abruptamente la popularidad del mandatario cocalero.
La táctica emanada de alguna sala situacional habría indicado que la mejor carta para contener la caída sería la adopción de una línea ultra-nacionalista o chauvinista, similar a la que permitió la manipulación de masas en octubre de 2003.
Desde entonces, se ha ensayado toda clase de maniobras en busca de la escaramuza diplomática, método que por estos días llega al paroxismo.
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Y es que debe tenerse en cuenta la coyuntura pre-electoral del país y la ansiedad presidencial por la inconstitucional postulación a un tercer mandato, contexto que radicaliza la utilización de la estrategia de la tensión en procura de apoyos populares.
El problema, aparte del engaño colectivo, es que todo esto no acerca a Bolivia ni un milímetro al mar, sino todo lo contrario.
Si de verdad se pretende encaminar al país hacia una solución al enclaustramiento, se debe impulsar una política de Estado que pasa por fortalecer puertos alternativos: salida al Atlántico por la Hidrovía y salida al Pacífico por Ilo. Lo demás es simple demagogia…