Hace dos años vine hasta aquí con el mejor de los ánimos, no llegué solo a la “Casa Grande” de los cruceños: lo hice acompañado de Nicolás Ribera y Beto Añez, como vicepresidentes. Acompañaron también esta gestión, miles de ciudadanos que apostaron por nuestra elección en el ente cívico, a través de sus delegados institucionales, desde las redes sociales y barriadas cruceñas.
Todo un honor para cualquier cruceño que ama a su tierra y aspira a dar lo mejor de sí, para contribuir a su desarrollo pleno e integral. Y eso fue para mí presidir el Comité Cívico: un gran honor.
Sabía que no sería tarea fácil. Primero, porque tendría que romper muros y prejuicios para ganarme ese honor; y segundo, porque era consciente que me esperaba un Comité débil y enfermo.
Por eso, así como hace dos años llegué a esta Casa Grande con el mejor de los ánimos, hoy me despido de ella con el mismo coraje: con la satisfacción del deber cumplido y la certeza de haber dado lo mejor de mí.
Dejo el mando del Comité, pero mi compromiso con esta Casa Grande y con Santa Cruz se mantiene intacto.
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Con este buen ánimo paso la posta a otros que se brindan para seguir abriendo el surco, con la convicción de querer dedicarse íntegramente, a buscar nuevos y mejores horizontes para nuestra región. A estos nuevos conductores del Comité pro Santa Cruz –Fernando Castedo, Teófilo Caballero y Andrés Peñafiel- les deseo los mejores éxitos, para que la paz y prosperidad se afiancen en Santa Cruz y llegue a todos nosotros los ciudadanos.
Puedo afirmar que el nuevo Directorio Cívico iniciará su gestión en mejores condiciones que la que afrontó el Directorio que presidí estos dos años. Hoy el Comité está recuperado y fortalecido. En primer lugar, por la apertura e inclusión de nuevos sectores. Y en segundo lugar, porque su economía está saneada: no hay cargas ni deudas que correspondan a la gestión que concluye. Si alguien duda de ello, las puertas están abiertas para que revisen las cuentas claras que dejamos como herencia.
¡Cómo me hubiera gustado haber recibido así al Comité, hace dos años, con sus cuentas ordenadas y pasadas a limpio! Mi Directorio tuvo que iniciar una gestión con deudas que bordearon los cien mil dólares, lo que nos obligó a relegar tareas importantes para ocuparnos de lo urgente: sanear la economía del Comité.
Lo logramos, haciendo como decía la Madre Teresa de Calcuta, “hay que dar hasta que duela". Y así fue: disfruté servir a Santa Cruz a través del mando cívico, aunque reconozco que sufrí mucho. Hicimos por el Comité más de lo que muchos puedan imaginar.
Me siento feliz y realizado de haberme entregado con todo a esta causa cívica cruceña. Solo espero que, como dijo Don Carlos Valverde Barbery, “mis hijos jamás me echen en cara el abandono que les hice, ni el haber gastado gran parte del patrimonio que debiera ser de ellos. Ojalá puedan comprender mi aventura –aunque prefiero decir mi vocación cívica- en busca de un bien mayor para todos, incluyéndolos a ellos, a mis hijos”.
Miles de cruceñas y cruceños lo han hecho, la libertad tiene un costo, ningún esfuerzo es suficiente para construir un futuro mejor, y para todos. La verdadera felicidad está en tener y realizar grandes sueños –entre los que apunto el de servir a su tierra, a su gente.
En lo personal, puedo asegurar que seguiré soñando en grande, porque gracias a ello mis logros han sido, y son hoy, superiores a mis sueños.
Soy así porque desde muy temprano mis padres me enseñaron a soñar y a alimentar grandes utopías. Me dijeron –y lo repito a diario- que uno es del tamaño de sus sueños.
Creo tanto en lo que acabo de decir, que estoy convencido que Santa Cruz es grandiosa porque tuvo siempre a grandes soñadores, todos ellos convencidos a su vez que, negarse a soñar en grande era claudicar y condenarse a vivir una realidad abominable.
Insisto, sigamos soñando grandes utopías y alentemos para que cada vez haya más cruceñas y cruceños idealistas.
Ser soñador, me permitió cruzar ríos y vencer turbiones. Soñé ser médico, y lo conseguí. Soñé especializarme en transplante de órganos, para seguir salvando vidas y lo alcancé. Logré además aplicar todo lo aprendido en el exterior, en beneficio de mi tierra. Soñé ser presidente del Comité pro Santa Cruz y lo gané, pese a no haber sido nunca director ni haber ocupado ningún cargo en la entidad, ni haber pertenecido a ningún grupo de poder.
Debo admitir que soy un gran soñador. Pero uno de esos que considera que lo imposible solo cuesta un poco más. Soy un soñador que no se queda en la ensoñación, sino de aquellos que trabaja con tesón para realizar sus sueños.
Sueño, por ejemplo, que Santa Cruz sea no solo el departamento más poblado y de mayor actividad económica y productiva de Bolivia, sino también el más influyente y próspero.
Sueño con una Santa Cruz transformada en una gran escuela, como lo ansió Sarmiento en Argentina, convencido que no hay mejor herramienta que la educación para crecer y asegurarse una vida digna. Eduquémonos para poder ser libres.
Sueño con una Santa Cruz valiente, temerariamente valiente como lo fue en vida el doctor Carlos Valverde Barbery, libre de la cobardía que paraliza y hace daño. Hablo de una valentía coherente con valores y principios, inspirada en el bien común.
Y cuando hablo de valentía y cobardía no puedo dejar de recordar también, a otro ilustre pensador cruceño el Dr. Enrique Galván Sanz, cuando decía: “Hombre cobarde no entra a palacio”. Ideólogo de un verdadero cruceñismo, Galván fue uno de los visionarios con los pies en la tierra y su mirada en las estrellas, que pensó y formó estructuras para la defensa y liberación del oriente. Falleció temprano, pero muchos aprendimos y nos beneficiamos de su pensamiento. Qué pena siento al saber que nadie lo acompañó en su despedida.
Sueño con un pueblo libre. Con ansias poderosas de libertad; que sean capaces de vencer la fatalidad. No con dirigentes que prefieren claudicar y transar, antes que batallar y estar dispuestos hasta el sacrificio, si fuera necesario, con tal de preservar ese Ser digno y libre.
Sueño con una Santa Cruz en el que todas las personas tengan igualdad de oportunidades, el mejor aliciente e inspiración para cultivar ciudadanas y ciudadanos justos y solidarios.
Sueño con una Santa Cruz en el que la educación y la salud sean derechos consagrados en políticas e inversiones públicas. Dos pilares básicos para enfrentar y vencer las batallas contra la delincuencia, las drogas y la corrupción.
Sueño con una Santa Cruz donde la cultura, el arte, el deporte y las instituciones cívicas, como el Pro Santa Cruz, gocen del apoyo incondicional de empresas y personas comprometidas con el bien común.
Sueño también, con un Comité pro Santa Cruz en el que la apertura e inclusión social, lograda en estos dos últimos años, se reproduzca y multiplique, que contagie a otras instituciones y que se expanda por toda la región, para que todos los que la habitan se sientan parte de ella y trabajen por su desarrollo e integración, independiente de sus identidades y procedencias.
Aquí, en Santa Cruz, tiene que haber espacio y bienestar para todos. Aquí tenemos que lograr, por encima de nuestras diferencias, abrazarnos todos en nuestros logros y en nuestras penas.
Aquí, tenemos que reafirmar nuestra voluntad y determinación para preservar y fortalecer nuestra libertad, nuestra identidad y nuestra dignidad, permanentemente amenazadas. No hacerlo es indigno e injusto con un pueblo que siempre fue libre, amante de la vida y que merece un mejor destino.
Hemos dado el puntapié inicial para seguir soñando, estamos dejando una institución inclusiva, saneada económicamente y con estados financieros claros y transparentes. Dejamos una institución económica y financieramente saludable.
Soñar utopías y realizarlos es posible, por muchas amenazas que surjan en el camino. Depende de nuestras ganas y capacidad, el poder alcanzarlos. Depende de nuestra voluntad y determinación para estar unidos en torno a ideales que nos permitan mantenernos en pie y continuar caminando.
Es importante saber que para alcanzar nuestros sueños y nobles fines, no es necesario, recurrir a métodos innobles, ni corruptos, como los que usan nuestros adversarios. No los necesitamos.
Nosotros tenemos otros métodos y valores heredados de nuestros antepasados que nos permiten realizar nuestras utopías “con serenidad, pero con firmeza; respetándonos, sin sacrificar la franqueza; y, sobre todo, con inteligencia y sabiduría”, como lo dije en el 2011, “sé que también podemos hacerlo con alegría, sin ceños fruncidos, sin amarguras, sin resentimientos, porque esos son valores que desde siempre han forjado la grandeza de nuestro pueblo”.
Cuando hablo de “amenazas” no estoy hablando de memoria, y todos los aquí presentes saben muy bien a qué me refiero. Nuestra libertad está en juego. Estamos expuestos a muchas provocaciones y tensiones.
Por eso sugiero estar atentos e informados, sobre todo si queremos continuar por nuestro camino trazado hacia la paz, el progreso y el bienestar de todos. Un propósito que alenté en mi gestión al mando del Comité Cívico.
Hoy, quiero dejar claramente establecido, que no soy enemigo de los grupos de poder; pero soy más amigo de los que no lo son. Cuando critico a algunos de estos grupos, lo hago por el mal uso que hacen del poder que tienen y de las instituciones que manejan. Mis críticas han sido más duras desde que me dispuse dirigir el Comité, por una razón muy simple y muy bien expuesta en 1794 por el estadista irlandés Edmund Burke: “No sé de un insulto mayor que pueda sufrir un hombre nacido para mandar, que el verse convertido en instrumento de un conjunto de hombres oscuros… con un poder usurpado…”
Santa Cruz ha crecido y ha cambiado mucho en las últimas décadas; un crecimiento y un cambio que nos impele a cambiar también de mentalidad y de estrategia, hagámoslo.
Necesitamos la sabiduría y capacidad para dejar por sentado que los cruceños somos capaces de gobernarnos bien, que en nuestro afán por perseguir objetivos nobles, no usamos medios innobles, corrompidos, ni racistas. No somos niños rebeldes, temperamentales, holgazanes ni imprudentes, como han querido estigmatizarnos desde afuera y adentro de la región.
Vamos a conquistar Bolivia a fuerza del intelecto y la imaginación. Mientras tanto, insisto, eduquémonos si queremos ser libres. Si no tenemos confianza en nuestra cultura, en nuestra identidad, no lograremos desarrollar todo nuestro potencial y tampoco tendremos la autonomía o independencia necesaria para llegar a ser la región más próspera de América del sur. Sin esa confianza en nosotros mismos y esa determinación para perseguir nuestros sueños, terminaremos convirtiéndonos en esclavos, en servidores de extraños caciques, en exiliados en nuestro propio territorio.
El futuro nos pertenece enteramente, por eso convoco a los jóvenes a mantenerse firmes y no permitir que su destino sea corrompido. Santa Cruz tiene que consolidarse como la tierra de oportunidades en la que es posible construir un presente de justicia y equidad y un futuro con bienestar social.
Tengo tanto que agradecer y agradecerle a tantos, que me resulta difícil ver por dónde o por quiénes empezar. Lo haré reconociendo primero a Dios y a mi Directorio, con el que compartí tantas horas de trabajo y de debate, con el que logré, a pesar de las diferencias y limitaciones, alcanzar muchos logros en bien de Santa Cruz y de su gente. Gracias a todos ellos.
Agradezco también a ilustres y valientes cruceños que, lamentablemente, ya no están entre nosotros: Eduardo Cortez León, Carlos Valverde Barbery, Gísela Brunn Sciaroni, Guillermo Kenning Voss, Caito Flores Salvador, Oscar Tonelli Justiniano, Ismael Muñoz García, Hernando García Vespa. Nuestro amigo, valiente, héroe de Porvenir, presidente del Comité Cívico de Pando: Vicente Rocha Rojas. Tengámoslos siempre presente en nuestra memoria, para que nos sigan dando inspiración y fuerzas en nuestra caminata.
A mi familia, mi esposa y mis hijos, a mis amigos que me ayudaron y asesoraron, al personal del Comité, mis colegas médicos y personal del Instituto del Riñón y del equipo de trasplantes, que siempre me apoyaron y sustentaron económicamente, como también al Círculo de Amigos y los Amigos Choris, muchas gracias. Sin su paciencia y apoyo me hubiera sido imposible realizar este sueño de presidir el Comité pro Santa Cruz, y de haber entregado, como dije antes, todo lo mejor de mí por una causa que considero más que justa: Santa Cruz, próspera y libre.
No tengo dudas de la capacidad y las mejores intensiones de la nueva directiva y su directorio, para enfrentar y realizar nuevamente grandes conquistas para todos los cruceños. Dios y ellos contribuyan a dar larga vida a Santa Cruz y a nuestra manera de ser.
Felicidades Santa Cruz en tus 452 años, de existencia.
¡Viva Santa Cruz!
¡Viva el Comité pro Santa Cruz!
Muchas gracias.