Jueguito peligroso

Humberto Vacaflor Ganamhumberto.2.vacaflorEl presidente Evo Morales tendría que considerar la posibilidad de que su ministro de Economía sea contratado, de veras, por el organismo internacional que, según lo reveló en enero, le habría ofrecido un excelente salario.Habría que averiguar cuál es el organismo que quiere hacer semejante contratación. Lo cierto es que aquella infidencia del presidente provocó que los humos del ministro Luís Arce Catacora subieran hasta niveles preocupantes y ahora esté lanzado a tomar decisiones peligrosas.Por alguna extraña razón, que nadie con algún conocimiento de economía podría entender, el ministro está convencido de ser el causante de los extraordinarios ingresos generados por los altos precios de las materias primas que exporta el país. “No fue el espíritu santo, fui yo”, dijo.Habla del “modelo económico” que él habría aplicado después de inventarlo. Un modelo que, si se observa con detenimiento, consistió en no ofrecer seguridades jurídicas, en tolerar avasallamientos de minas en producción, asaltos e invasiones de granjas agrícolas y ganaderas en Santa Cruz, “nacionalizaciones” fijadas por el calendario electoral, apertura al contrabando de importación y constantes amenazas a la propiedad privada.Hace pocos días tuvo un encuentro desagradable con los banqueros del país, desagradable porque les dijo que su proyecto de Ley de Bancos no podía ser modificado en absoluto y que si no les gustaba, pues haría como en México: nacionalizarlos.Menos mal que el vicepresidente Álvaro García Linera lo desautorizó y dijo a las pocas horas que el mencionado proyecto, por el que el gobierno se atribuye el derecho a fijar tasas de interés del sistema bancario, era perfectible. Es decir que podía ser corregido.Pero las ínfulas del ministro que cree haber inventado la pólvora están tocando cuerdas muy sensibles del sistema financiero. Está convencido de que las reservas internacionales del Banco Central son producto de su genialidad.Como él es el causante del incremento de los depósitos, cree que le corresponde fijar las tasas de interés. Quizá no sea el espíritu santo, pero quiere actuar como si lo fuera, decidiendo sobre vidas y haciendas.No ha sido el autor del incremento de los depósitos del sistema financiero, pero está haciendo méritos para ser el culpable del derrumbe de la confianza de los ahorristas.Un sistema tan delicado, que sobrevivió a sacudones muy grandes, podría ser dañado de manera irreparable por manos torpes e inexpertas.