Ronald Balderrama*Desde la aprobación de la CPE, la institucionalidad estatal ha sufrido resquebrajamientos estructurales que han motivado y derivado en que la composición de dicha estructura sea cambiada en varios casos desde su totalidad.El discurso de que Bolivia se vuelve a fundar el 2009, trajo consigo elementos demagógicos argumentando que todas las instituciones estatales estaban mal, y que había que empezar de nuevo, siguiendo ese camino se adoptó la postura de hacer creer a la sociedad que tenían que desaparecer las diferentes instituciones como ser las superintendencias, la Corte Nacional Electoral, los diferentes órganos de justica, pero lo que sucedió en la realidad fue simplemente que dichas instituciones cambiaron de nombre, adoptando el nuevo sello que el nuevo gobierno se encargó de patentizar con el rotulo de lo Plurinacional, y claro esta acompañados de una simbología parcializada a determinado sector como ser la instauración arbitraria de la wiphala, elemento que produjo y aún produce cierta división social e incluso racial.La debilidad de las instituciones bolivianas es producto del cuoteo partidario, la poca seriedad a la hora de elegir personal por aspectos puramente meritocráticos hacen de que las instituciones sean vistas como arcas de dinero para que distintos individuos mejoren su economía personal, y lo que es más preocupante es la utilización de las instituciones estatales para cualquier acto proselitista a favor del gobierno de turno, estos aspectos hacen de que las instituciones estatales velen más intereses de fidelidad al partido que les permita conservar su empleo y no como “debería ser” que estos aspectos estén regulados por características como la pulcritud, mejor operatividad, eficacia, cordialidad y buen desempeño de su labor hacia el ciudadano.Siguiendo la conceptualización que realiza Talcott Parsons sobre la institucionalidad, el argumenta que las instituciones son pautas que definen lo esencial de la conducta legítimamente esperada de las personas, en cuanto éstas desempeñan roles estructuralmente importantes en el sistema social”. En tal sentido, señala: “Las pautas institucionales constituyen la ‘la espina dorsal’ del sistema social, las instituciones constituyen elementos objetivos tanto de la realidad social como de la realidad política, que presentan, además, un contenido subjetivo. Ciertamente existe una interrelación entre las ideas y las instituciones sociales y políticas, aunque no esté claro el curso de dicha interrelación, sea que se siga la interpretación racionalista, o bien la materialista. Situación que persiste en la actual etapa de transición.Samuel Huntington expresa: “La institucionalización es el proceso por el cual adquieren valor y estabilidad las organizaciones y procedimientos”. Tanto las organizaciones como los procedimientos políticos son dispositivos para mantener el orden, resolver los conflictos, elegir líderes representativos y dotados de autoridad a fin de promover el espíritu comunitario entre las distintas fuerzas sociales que integran el Estado-comunidad y mantener su conexión, mediante un fluido proceso de mediación, con el Estado-aparato, que es el que conduce, por medio de la institución-órgano.La crisis del Estado puede ser el resultado de la erosión lenta producida por las sucesivas crisis de las instituciones políticas vinculadas esencialmente al ejercicio del poder. Puede resultar, también, de la escisión existente y no superada entre el Estado-comunidad y el Estado-aparato, traducida en la carencia de las estructuras institucionales adecuadas para encauzar el proceso de mediación política.La “desinstitucionalización” implica la existencia previa de una institucionalidad relativamente estable, la relación de la ciudadanía boliviana con las instituciones, tal como sucede en otros países, es notablemente ambigua. La ambigüedad impide que las instituciones sean interpretadas unívocamente por todos los actores sociopolíticos. Tales crisis han derivado en lo que muchos llaman desinstitucionalización estatal, que para algunos ya se daba desde que Bolivia era República, pero se observó más esta tendencia cuando se pasó al Estado Plurinacional, ya que el MAS se encargó de desbaratar la institucionalidad construida en los años de democracia, para que el oficialismo tenga el control absoluto de cualquier institución y este a merced de sus intereses hegemónicos arbitrarios.La desinstitucionalización se ve reflejada cuando la policía, aparato de seguridad del Estado se amotina, cuando se observa a personas que son las encargadas de manejar diferentes instituciones van a la cárcel acusadas de actos de corrupción, enriquecimiento ilícito, y abuso de poder. El último caso de desinstitucionalización estatal fue el descubrimiento de la banda de abogados, jueces, encargada de amedrentar, generar corrupción y abusar del poder otorgado, acto que está por demás decirlo produce que en Bolivia se ha plasmado un sentimiento de abuso hacia el prójimo, hacia el indefenso, hacia las personas que no tienen influencia y menos poder ya sea económico como político.Esto deriva en una crisis de valores donde las Leyes son cuestionadas a cada momento, donde la objetividad de la pulcritud es desviada o defenestrada en la institucionalidad estatal, valores que son pisoteados desde el gobierno que no acata las Leyes establecidas, y donde la sociedad sigue ejemplos burdos de una lógica de imposición arbitraria, dejando de lado valores democráticos como la tolerancia, la cordialidad, la meritocracia pero sobre todo la obediencia al estado de derecho.Es preciso advertir que la tendencia del partido MAS es antidemocrática, las características que el señor Evo Morales demostró en sus dos gestiones de gobierno han sido actitudes de confrontación contra cualquier actor, ya sea político, social, mediático o institucional. H.C.F. Mansilla argumenta que hay una tendencia muy fuerte a la desinstitucionalización de todas las actividades estatales y administrativas. No es casualidad que de modo paralelo se promueva la economía informal, aunque sectores importantes de la misma se encuentran cerca de lo ilegal-delictivo y no fomentan una modernización racional de la economía boliviana. La desinstitucionalización afianza paradójicamente el poder y el uso discrecional del aparato estatal por parte de la jefatura populista.Este acrecentamiento del poder de los arriba (con su correlato inexorable: la irresponsabilidad) sólo ha sido históricamente posible a causa de la ignorancia, la credulidad y la ingenuidad de los de abajo. Este populismo práctico-pragmático brinda considerables réditos políticos, como ya lo demostró la Revolución Nacional de 1952.Bolivia vive hoy un proceso político que privilegia más la astucia que la misma inteligencia, donde las maniobras de “meterle no más” son la clave para supuestamente gobernar, la represión a la crítica y disidencia es el fenómeno que se replica a nivel Latinoamérica, donde la tendencia de los gobiernos populistas es de imponer su ideología y pensamiento a cualquier costo.Hoy se abre los telones para una nueva configuración del poder, esperando que dentro de un año más, lo que se privilegie sea la lucha contra cualquier tendencia autoritaria, arbitraria, y de perpetuidad en el poder, donde se pueda corregir elementos de restablecer la institucionalidad estatal, pero sobre todo donde la justicia verdaderamente sea para todos y no para unos cuantos privilegiados, donde el Estado sea manejado de una manera verdaderamente democrática.Estimado lector: ¿Cuántas veces ha sufrido un maltrato en alguna institucional estatal, cree que desde la gestión gubernamental que preside el MAS hemos entrado a un proceso de desinstitucionalización estatal que desfavorece a todos los bolivianos?*PolitólogoDeBolivia