Humberto Vacaflor Ganam
La actuación del presidente Evo Morales en Santiago fue firme y acertada pero sus colaboradores no supieron administrar los resultados.
Tiene una ministra de Comunicación que en lugar de aprovechar el lapsus del presidente chileno en Santiago, prefirió criticar a los periodistas bolivianos, por costumbre.
El único error que cometió el presidente fue no asistir a la reunión que se había preparado para escucharlo, con presencia de estudiantes y aborígenes, entre ellos los maltratados mapuches.
La ventaja que tiene la causa boliviana en este momento es la capacidad del presidente Morales de violar protocolos y cometer las “majaderías” que molestan a La Moneda. Otra ventaja es la pésima imagen de Sebastián Piñera, un pinochetista declarado.
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Ya en Bolivia, el presidente Morales volvió al torbellino de sus actividades proselitistas (que nunca abandonó) y eso le impidió, hasta ahora, escuchar una propuesta muy seria.
El Comité Nacional de Defensa de los Ferrocarriles de Bolivia ha enviado una carta a las FFAA y al gobierno: propone que toda la carga de exportación que ahora usa puertos bajo control chileno sea transferida a puertos peruanos.
Y para ese propósito, dice la carta, los ferrocarriles del Altiplano (ahora bajo administración chilena) son imprescindibles. Pedir a Perú que construya 150 Km de línea férrea desde Charaña hasta Ilo sería un paso. Además, construir un tramo propio de Guaqui al Desaguadero.
Es una tarea difícil. Digna de un liderazgo fuerte.
Eso no desalentó a Joseph Stalin cuando trasladó la industria soviética del otro lado de los Urales. Era un ucraniano que apenas hablaba el idioma ruso. Las semejanzas son sorprendentes.
La infraestructura ferroviaria está casi intacta. El mineral de San Cristóbal, de San Bartolomé de San Vicente y de todos los santos de la minería sureña podría ir sobre rieles hasta el Perú.
Sólo faltaría un detalle muy importante: concluir la conexión a la hidrovía Paraguay-Paraná con la carretera Puerto Suárez-Puerto Busch para llegar al Atlántico.
Y entonces habría que sentarse a observar cómo sobreviven los puertos sin país que quedaron junto al país sin puertos. O si la soberbia de Santiago tiene que ponerse a la altura de las circunstancias reales.
Lo que está claro es que Morales y Piñera no volverán a enfrentarse jugando al fútbol. Y si lo hicieran, Piñera tendría que cuidarse.