Toque a toque, España descose a Uruguay


España vence a Uruguay (3-1) con un gol de Cesc que contó con la ayuda de Muslera y un doblete de Pedro.

Demasiado equipo para cualquiera. La mayor parte de las veces España se pone delante, empieza el rondo y antes o después los rivales se caen solos. Se caen de tanto ir buscando sombras, de correr y correr de un lado a otro y por mucho que se cierren o aguanten al final están con la lengua fuera y los españoles empiezan a encontrar huecos.

Y eso que era un partido amistoso, que son cosas menores para España, un agujero negro donde los de Del Bosque caen de vez en cuando, pero no esta vez. Es cierto que se atascó durante algunos minutos, debido a que Uruguay tiene muy buen equipo, a que España no tenía a Xavi y Xabi Alonso y también porque no había la suficiente motivación para hacer que el balón circulase a la velocidad suficiente.



Cuando España baja las revoluciones de la fluidez con el balón en los pies es cuando pasa problemas. Y eso pasó durante algunos minutos, mucho más cuando los uruguayos, gente aguerrida y competitiva, mantenían intactas las ilusiones.

Durante cierto tiempo lograron trabar el choque pero aún en esos minutos de confusión había indicios de que España estaba uno o dos escalones por encima de su rival. Mucha más posesión, más llegadas y estado de gracia de dos o tres jugadores que marcaban la diferencia. Tocaba Iniesta. Peligro. Llegaba Pedro. Peligro. Aparecía Cesc, mucho más peligro. Cesc es un tipo raro, un futbolista indefinible que, por ende, es indescifrable para los rivales. No se sabe si es delantero centro, ni siquiera delantero, o medio punta, o centrocampista. Va por todas las zonas de vanguardia como un fantasma, no se le ve pero se le presiente y cuando aparece es letal porque nunca se le espera, nunca está fijo y su llegada es mortal por inesperada, porque no fija a nadie pero nadie le fija a él.

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Cierto es que el gol español llegó por una cantada de Muslera, pero ya entonces España dominaba el partido. Un error de coordinación en el centro de la zaga española dio lugar al empate del Cebolla, pero el sentido del partido apenas cambió. Es verdad que España no se juntaba lo debido pero bastó que Cesc diese un paso atrás, que entrase Isco y que Piqué adelantase la línea de atrás unos metros para que la máquina fuese solo una.

Eso y que los uruguayos habían corrido como posesos intentando anular la mayor técnica de los españoles y ya no podían ni con las botas. Cuando Pedro entró en el partido y conectó con Cesc, Uruguay se derrumbó con estrépito. Ya no podían interceptar el continuo toque español y las llegadas llevaban olor a red ya fueran por dentro o por fuera.

A medida que los rivales van desmayando Pedro va creciendo. Este no se fatiga, no se cansa y es una cohete que lleva balas de plata porque a mitad de las segundas partes de los partidos, su velocidad rompe a cualquiera, mucho más si atrás tienes armarios de tres puertas como Lugano.

Por ahí, y por el desgaste del rival, España ganó el encuentro, casi sin apretar las tuercas, simplemente con el discurrir normal del juego. Los cambios, además, fueron debilitando a los uruguayos porque no es lo mismo clavar a los defensas con el Cebolla o el letal Cavani, que con el Chori Castro o Forlán, que están un escalón por debajo, sobre todo el exrojiblanco, ya en el descenso de su meritoria carrera.

Fuente: ESPN.

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