Ronald Balderrama*
El concepto outsiders según argumenta René Antonio Mayorga, se entendería como un fenómeno que se enmarca en un contexto de auge de regímenes neopopulistas que surgen a raíz de la crisis democrática de la región de Latinoamérica, en el cual, el líder anti-político juega un rol fundamental debido a la crisis de gobernabilidad y la declinación y profunda fractura de los sistemas de partidos. Es decir, “cuando los partidos como agentes gubernamentales no logran tener un desempeño razonable en el tratamiento de los problemas y las necesidades básicas de los ciudadanos, pierden su capacidad de representación política. Esto genera un vacío de poder que los outsider pueden aprovechar en su beneficio”.
El ejemplo claro de un fenómeno outsiders se vio reflejado en la crisis política que atravesó el país hace años con la sucesión presidencial continua, el actor outsiders que capitalizó todo el desencanto popular dentro la sociedad boliviana fue Evo Morales, quien por sus características naturales llego a una gran parte del electorado. Está claro que Morales jamás dejó la representación de la dirigencia cocalera, sector esencial al que defiende de una manera muy peculiar.
El problema esencial para la aparición de outsiders se argumenta a la falta de redistribución del ingreso en la población, ya que Bolivia es el país caracterizado con una alta tasa de pobreza con relación a todos sus países vecinos, lo cual fortifica que constantemente aparezcan actores outsiders que cuestionan y confrontan al poder político, ante la evidencia de una carente representación de liderazgo partidario.
El populismo o neopopulismo llevado a cabo en los últimos años en Latinoamérica ha fortalecido aún más la tendencia de liderazgos que evidencian ante sus allegados una imagen de ser los salvadores de la crisis estatal, la imagen de mesías es la que más utilizan dichas personas, donde una vez consolidadas en el poder, la actitud que ejercen son las de personas autoritarias y poco democráticas, con ansias de un mandato eterno e incuestionable.
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Bolivia aún sigue evidenciando este tipo de características peculiares de personas que han llegado e intentan llegar de manera repentina al poder, los outsiders siguen presentes y lo seguirán estando mientras no se evidencie una institucionalización democrática partidaria claramente renovada de personas-líderes que emerjan mediante la voluntad de una transparente democratización interna electiva.
Existe una amalgama de elementos que hoy siguen presentes en el contexto boliviano, como por ejemplo la desconfianza en el viejo liderazgo, o desconfianza en personas que representen a la vieja estructura del sistema partidario; El caudillismo boliviano se refuerza constantemente con la idea de la existencia de una sola persona dispuesta a encarnar un liderazgo nacional a través de una serie de propuestas de acciones demagógicas que implican sustancialmente la realización de una actividad simbólica tendiente a tener en cuenta los intereses populares, representando falsamente a los marginados, es decir una política pragmática fuera de marcos o principios estrechos, donde lo que debería primar son soluciones concretas en un buen plan de gobierno que sea ejecutable y a la vez sea la base esencial de la operatividad gubernamental a consolidarse para la solución de problemas a corto, mediano y largo plazo.
El efecto nocivo que implica la llegada de outsiders al poder y esencialmente al sistema democrático es precisamente la consolidación de una dictadura de “supuestas mayorías” que tratan de defenestrar a las minorías existentes, ya sea de un sistema político partidario, social e incluso cultural, donde la mayoría impone su voluntad.
El centralismo político, la poca voluntad de aminorar las diferencias sociales, económicas, culturales de una sociedad tan diversa, son elementos que contribuyen a la perpetuidad de los outsider que ejecutan estrategias para el debilitamiento institucional burocrático estatal, para así obtener la mayor cantidad de poder y control sobre el Estado.
El fenómeno y efecto que provoca un outsider va mucho más allá de la simple perpetuidad y angurria de poder, ya que la independencia de poderes queda a merced del partido gobernante, donde las soluciones a determinados problemas pasan por el poder ejecutivo y no así por el poder legislativo, la proliferación de Leyes y decretos son condicionadas a la problemática coyuntural y no a una visión de prevención antes del suceso, antes de la falta.
La consolidación de outsiders en el poder también trae consigo la manipulación fuertemente combatida de la información, ya que para establecer una hegemonía totalitaria se tiene que contar con varios medios de comunicación, es así que la independencia de comunicación e información se va sometiendo al oficialismo imperante, que es acallado a través del uso de otro poder del Estado como el judicial donde las lealtades al líder son consolidadas con anterioridad en el transcurso del proceso, la independencia y neutralidad honesta de información va sucumbiendo.
Para evitar el poder hegemónico de un outsider se tiene que tener en cuenta que no basta la unificación de fuerzas opositoras, sin una visión de cuáles son los pasos a consolidar en todo el proceso de unificación y lucha contra este tipo de personas e instauración de regímenes poco democráticos.
La necesidad de fortalecer varios liderazgos que no sean de tipo caudillistas puede ser el comienzo de la reestructuración de un sistema partidario que retome los hilos de una democracia liberal donde la ley, el orden y la institucionalidad sean la base de convivencia sana para sociedades tan complejas como la boliviana.
Estimado lector: ¿Cómo se podría evitar la proliferación de personas caracterizadas de outsiders, que simplemente traten de llegar al poder para consolidar sus apetitos personales y no solucionar los problemas de la sociedad?
*Politólogo
DeBolivia