Juglar de dictadura


Wálter I. VargasRODRIGUEZ OKComo en 1983, la primera vez que Silvio Rodríguez vino a Bolivia, su segunda segunda visita será, muy previsiblemente, otro alboroto de la progresía nacional. Pero esta vez será un asunto nostálgico. En Santa Cruz se cantará Ojalá y La canción del elegido, pero es evidente que nada es lo de antes. Ahora que pienso en la época de esas canciones, concluyo en que tuvimos que ser francamente bobos e indocumentados para comernos el camelo de la nueva trova cubana. Nos decíamos una juventud politizada, pero en realidad éramos unos muñecos de las manipulaciones de los ideólogos. Y qué mejor para lograrlo que la fórmula musical de ese grupo de cantantes, esa combinación de romanticismo edulcorado y arrebato revolucionario que hacía entrar en trance a la juventud ochentera.Toda una estética que al primer análisis deja ver el culto a la violencia de un fascismo de izquierda bien típico. Como ejemplo, vaya esta letra de una de las canciones famosas de Silvio: “Te doy una canción y hago un discurso sobre mi derecho a hablar/ Te doy una canción con mis dos manos, con las mismas de matar/ te doy una canción y digo patria y sigo hablando para ti/ te doy una canción como un disparo, como un libro, una palabra, una guerrilla, como doy el amor”. De paso debo decir que, ahora que, para escribir esta columna, he bajado de la red esa canción, me ha parecido un cantante más bien estridente. Según recuerdo, Pablo Milanés era un tanto mejor, aunque fue y es igualmente obsequioso con los Castro.Poco después de derrotar a Batista, Fidel Castro anunció que al año siguiente iba a convocar a elecciones. Más de 50 años después los cubanos todavía están esperando esa convocatoria. Pero la historia de la lucha interna contra la autocracia de Castro es larga, vieja y ultraconocida. Heberto Padilla tuvo que arrepentirse públicamente de sus versos para no terminar en la cárcel; Reinaldo Arenas trajinó las prisiones cubanas antes de escapar al exterior; Cabrera Infante también huyó despavorido; sólo por poner tres ejemplos ilustres y no hablar de los miles de cubanos de a pie que escaparon o terminaron presos. Pero Silvio Rodríguez siguió y siguió cantando, al amparo del régimen, sus hermosas canciones de amor salpicadas de vez en cuando por alusiones a la gesta de Fidel o al barco Playa Girón.Carlos Alberto Montaner dice que los intelectuales y artistas que se quedaron en Cuba pese a semejante oprobio sólo pudieron hacerlo por miedo. Quizá tenga razón.Pero a diferencia de los ciudadanos comunes, y si Silvio Rodríguez realmente valorara la libertad como dice en sus canciones, hubiera aprovechado la primera oportunidad que le daba su condición privilegiada de cantautor de la revolución para quedarse en algún país en una de sus giras, como hicieron muchos artistas y deportistas. Optó por quedarse; más aun, fungió de diputado durante 15 años, entre 1993 y 2008, en la burla de parlamento que hay en Cuba. Por eso vale compararlo con la valentía de las damas de blanco o Yoani Sánchez, quien después de más de una decena de intentos de salir de su país recién lo ha logrado este año, cuando finalmente los cubanos han recuperado, aunque con estrictas limitaciones, el elemental derecho a salir o entrar de su país.Los muchos tartufos igualitarios de nuestro país que hacen de la victimización de las dictaduras del Cono Sur un verdadero capital político nunca dicen ni pío de la tiranía implacable de los hermanos Castro. Las dictaduras del Cono Sur de los 70 regaron las cárceles de opositores, culpables y también inocentes. Pero Castro fue más práctico: volvió a toda Cuba una enorme cárcel aprovechando la condición insular del país, una cárcel que recién ahora y a duras penas se está abriendo, después de nada menos que 50 años.Y como una cosa lleva a la otra, el socialista del siglo XX Silvio Rodríguez le da una manito a la campaña electoral del actual gobierno con este revival musical, al menudo costo de Bs 1.500.000, plata de todos los bolivianos, naturalmente, pero extendida desde las chequeras de entidades tan artísticas como YPFB, Entel y la Agencia para el Desarrollo de las Macrorregiones y Zonas Fronterizas.La Razón – La Paz