Los principales protagonistas que aún quedan vivos de la serie “El Patrón del Mal” -que finaliza mañana en Chile- se encuentran muy alejados de esa vida de peligro y de permanente fuga que muestra la televisión. Hoy, la esposa y los dos hijos del colombiano Pablo Escobar, el mayor narcotraficante de la historia, viven en la localidad de Tigre, una zona de quintas ubicada a 30 kilómetros de Buenos Aires.

Pero antes de todos esos logros, hubo una huida y una búsqueda de refugio. También hubo un cambio de identidad: la ley colombiana permite a los nacidos en ese país cambiar su nombre. Ellos no tenían más de 10 minutos antes de partir a Mozambique -único país que les dio refugio- para hacer el trámite, entonces tomaron una guía telefónica y descartaron aquellos nombres que podían tener algún vínculo con la mafia. Juan Pablo se bautizó Juan Sebastián. María Victoria Henao, su madre, se llamó María Isabel. Su hermana Manuela se pasó a llamar Juana. Andrea Ochoa, la mexicana que era su novia y luego se convirtió en su esposa, también se cambió el nombre y pasó a llamarse María Angeles Sarmiento.

Han pasado casi dos décadas del escape de Colombia. La historia hoy es distinta. Juan Sebastián buscó despegarse de la historia de violencia que sembró su padre. Lo hizo después de permanecer oculto durante años, en 2010, cuando se estrenó el documental “Pecados de mi padre”, dirigido por el argentino Nicolás Entel.
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Hoy pasa sus días en un departamento pequeño ubicado en Palermo Soho, una zona comercial y típica de Buenos Aires, donde funciona la firma “Escobar Henao”. Allí se diseñan los jeans y las poleras que luego se venden por internet o en locales ubicados en otros países. Las estampas de las prendas están inspiradas en la figura de Pablo Escobar, pero las leyendas intentan llevar a la reflexión. El modelo “Permiso especial congreso”, por ejemplo, tiene impreso el carné de libre tránsito que le dieron a Escobar en los 80 cuando gozaba de inmunidad parlamentaria. Pero el lema estampado en el dorso abre el interrogante: “¿Tus privilegios son acaso fruto de tus engaños?”. Cada una cuesta entre US$ 60 y US$ 95.
El peso del apellido

En su entorno aseguran que en la moda encontró un vehículo de comunicación. En esa oficina María Angeles pudo colgar sus cuadros: en Buenos Aires, la esposa de Sebastián encontró el gusto por la pintura y a eso se dedica. Sebastián fundó su propio estudio de arquitectura apenas se recibió. Se llama BOX y tiene el lema: “Sin fronteras no hay enfrentados”. Como arquitecto -dice- lo han discriminado en varios proyectos. “Participé en proyectos de arquitectura, pero en la publicación no aparece mi nombre. Mucha gente me ha negado la posibilidad de hacer lo que me gusta, pero la gente no sabe que la historia de mi padre no me modifica a mí como persona. No me hace peor ni mejor”, confesó.
Juana también vivió el peso de su apellido paterno cuando la echaron de varias escuelas. Hoy estudia la carrera de Relaciones Públicas en la Universidad de Palermo. María Isabel se dedica desde hace algunos años a la decoración de interiores y al coaching. Se asoció con su hijo con Nexo Urbano, un empresa que se dedica a la localización de espacios libres para levantar inmuebles. En la actualidad busca inversores para construir un edificio en Puerto Madero, diseñado por ella misma. Hace poco menos de dos años, Sebastián y María Angeles se convirtieron en padres. Pero del nieto de Escobar Gaviria no se sabe nada.
Fuente: La Tercera