Luego de que el vice “Qananchiri” se sumara a la ofensiva iniciada por el ministro Quintana contra los intelectuales bolivianos, queda claro que ésta no es solo un simple arrebato individual del citado funcionario, sino que estamos ante una estrategia coordinada del régimen evista.
Entre las razones de fondo para esta arremetida anotaremos que el oficialismo parece estar perdiendo la batalla de la opinión, ya que la mayoría de los analistas ha acabado por inclinarse hacia el pensamiento crítico, no a raíz de ningún “financiamiento de Usaid” sino por obra de los mismos abusos y errores gubernamentales.
De ahí que se intente descalificar, amenazar y presionar a diversos formadores de opinión, con argumentos tan pobres que se vuelven contra sus mismos divulgadores.
Es el caso de la mentada acusación de haber trabajado con la cooperación norteamericana al desarrollo, lanzada contra varios analistas, argumento-boomerang que golpea al gobierno ya que en sus filas se encuentran figuras como la ministra Suxo, quien también participó en proyectos de Usaid, o como el propio Quintana, formado en la Escuela de las Américas.
Otro argumento-boomerang es el utilizado por el vice “Qananchiri”, quien definió a los intelectuales críticos con el régimen como “pequeñeces mentales”, expresión sectaria e intolerante que sólo retrata el enanismo intelectual de quien la ha proferido.
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¿Son el proyecto autonómico o la participación popular el producto de “pequeñeces mentales”, por citar sólo dos de las iniciativas generadas por algunos de los incluidos en la lista negra del gobierno?
En cualquier caso, el maccartismo es el síntoma de un régimen que ya no seduce a la inteligencia, y que tiene que recurrir a la presión y la amenaza como forma de comunicación con los intelectuales…