In memorian de Mariano Egüez


OscarEguez No estoy seguro de ser la persona más adecuada para escribir estas líneas, pero aparte de su viuda e hijos, si soy uno de los familiares más cercanos que ha sentido profundamente la desaparición, sin previo aviso, de mi querido y entrañable hermano Mariano, a quien me sentía muy unido y con quien compartía muchos puntos de vista.

Todavía no me he recuperado del fuerte choque emocional que la noticia me produjo y muchos de los 35 días transcurridos lo he recordado, y así seguiré, sin encontrar una explicación a tan sensible pérdida.

Desde aquel día de agosto de 1962 en que le visité en Curitiba (Brasil), donde él cursaba sus estudios de Ingeniería Civil, y yo iba camino de Río de Janeiro, para desde allí hacer la travesía en un trasatlántico (9 días navegando) hacia España a iniciar mis estudios de Economía, múltiples y continuos han sido nuestros contactos, tanto en Bolivia como en España.



 
Después de este fugaz encuentro, transcurrieron varios años sin vernos, pues cuando en 1969 yo regresé a Santa Cruz (donde permanecí algo más de un año, por cierto trabajando en la Constructora Cruceña de Lyder Parejas) él se encontraba en México realizando cursos de especialización enviado por el Comité de Obras Públicas de Santa Cruz, donde llevaba varios años trabajando, siendo de los pioneros en la pavimentación de la ciudad con las famosas losetas.

Pero el destino y los avatares políticos (tan frecuentes en nuestro país), quiso que convivamos varios meses en Madrid, donde yo ya estaba casado; a raíz del golpe de Estado de 1971 que llevó a la Presidencia al Gral. Banzer y al comité de Obras Públicas a su sobrino Mario Foianini (Q.E.P.D), éste inició una feroz campaña contra Roly Aguilera y los profesionales afectos a él, entre los cuales estaba Mariano. Expulsado del Comité y perseguido, lo invité a través de mi padre a que se viniera a Madrid, y bajo la colaboración del entonces Embajador Marcelo Terceros Banzer (que gran Embajador y mejor persona), se le consiguió una beca para realizar estudios de especialización en el famoso Instituto de Torroja.
Pasamos una hermosa temporada, pues aunque nuestras posibilidades económicas eran muy precarias, vivimos a gusto, máxime con el nacimiento de mi hija Carmen y la camaradería con la familia Terceros, vecinos próximos a nuestro domicilio.  Roly que vivía en Bélgica nos visitó en Madrid y luego Mariano hizo un viaje por Europa en compañía de él.
En el año 1973, superados los enconamientos políticos, decidió volver a Santa Cruz, para empezar a trabajar en el sector privado, entrando en la Constructora Cruceña (que hasta entonces solo construía casas) en compañía de antiguos jefes del Comité, como Dante Pavisich, Sigfredo Montero, Máximo Ribera (que lo ha acompañado hasta el final y espero que lo siga haciendo con sus herederos) que llevaron a la empresa a conseguir altas cotas de rendimiento, ya dedicados por entero a la obra civil.  El tiempo y las circunstancias lo llevaron a desarrollar una gran empresa a nivel nacional y realizar obras de gran volumen, vertebrando el país del Norte a Sur y de Este a Oeste.

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Siguiendo con el relato cronológico, asistí a su boda en 1975 y a su vez el vino varias veces por España, dos en fecha muy señaladas para mí; la boda de mi hija Carmen en 1993, acompañado de su hija Liliana, en Menorca y la de Oscar en 2006, ésta vez acompañado por Mariano hijo.  En 1991 vino con toda la familia y realizamos viajes por Extremadura y Andalucia; en 1994 fuimos a Mallorca y Menorca.  En todos los viajes derrochaba optimismo y felicidad; le encantaba conocer lugares y su historia, sus costumbres y degustar la gastronomía de cada región; aficionado a los buenos vinos y al jamón español, importando a Bolivia ambos productos para invitar a familiares y amigos.  Gran entusiasta de las fiestas, se divertía bailando y departiendo con los amigos.  Conocida era su pasión por el golf que le ocupaba gran parte de su poco tiempo libre y buena fe de ello pueden dar sus compañeros del Country Las Palmas.  Aficionado al futbol, era un hincha del Real Madrid, punto en el cual también estábamos plenamente identificados.

Pero sus verdaderas pasiones eran: 1º su inmenso amor a la familia, de la cual pueden dar cumplido testimonio su viuda Lica, sus hijos Mariano, Liliana (los dos ya trabajan con él en la empresa) y la pequeña Patricia, así como sus queridos nietos más los familiares que siempre estuvimos a su lado y 2º su empresa constructora “CRUCEÑA” por lo que ha sacrificado su salud y su patrimonio, tratando, en una situación muy adversa y de completa hostilidad hacia la empresa privada, de mantenerse activo, hasta el extremo de entregar su vida en ese empeño.

Ojalá que el Todopoderoso lo recompense con un descanso eterno y que los que aquí quedamos sepamos honrar su memoria.
Mis agradecimientos a todos los que en Bolivia nos hicieron llegar (a Pilar y a mi) sus sentidas condolencias y muestras de amistad, así como los familiares y amigos en España que mañana le recordaremos en una Misa en la Iglesia de La Milagrosa.

Oscar Egüez Castedo, MADRID

Fuente: El Día