17 de julio de 1980, que no pase al olvido


Gonzalo Villegas Vacaflor

GATO “Cada día se yergue Bolivia por la primera vez. Por esto su marcha tiene toda la vacilación de un tambaleante ambular infantil y esta misma razón explica el que sus siempre primeros pasos terminen en una lamentable caída”. Expresiones sencillas, sensibles, claras y profundas para demostrar: conocimiento voluntad e idoneidad a toda prueba, de inquebrantable lealtad con la problemática de la sociedad boliviana.

Es en estas circunstancias históricas, que si hay algo en lo que debemos poner nuestros mejores esfuerzos es en que no se esfumen los recuerdos de nuestra experiencia colectiva y en transmitirlos a los millones de jóvenes, que son la mayor parte de nuestra población, porque para una parte considerable de ellos, el 17 de julio de 1980 significa poco o nada, pese a que la libertad de todos y las oportunidades que tenemos al frente se jugaron y decidieron en luchas marcadas por esta fecha.



Marcelo Quiroga Santa Cruz fue el líder socialista diáfano, que el desarrollo de nuestra historia generó, y los enemigos de Bolivia lo asesinaron vilmente el 17 de Julio de 1980, sin que se sepa hasta el día de hoy donde se encuentra su cuerpo. Estos delincuentes destrozaron su cuerpo sin vida, al cual no han dejado de temerle, porque su lucidez y coraje perviven en la mente de los bolivianos que no han renunciado a una vida digna, sin brechas económicas, ni sociales como las que vivimos hoy.

Ya un 1º de marzo de 1980, la Dirección del PS-1 hace denuncia pública sobre la existencia de un plan para asesinar a Marcelo Quiroga Santa Cruz, puesto de manifiesto por el despiadado Gral. Luis García Meza que expresaba: “Advierto por última vez que las FF.AA. de la Nación no permitirán un ataque más a cualquiera de sus miembros o a la propia Institución Tutelar de la Patria, y los que reiteren en sus insultos se atendrán a sus graves consecuencias. No se puede tolerar más esos ataques, esos insultos a las FF.AA. como es el caso de Marcelo Quiroga Santa Cruz, que sin saber nada, se ocupa de la vida económica y organizativa de la institución armada, a ese señor, las FF.AA. sabrán ponerle en su lugar, y yo como hombre”.

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas

Marcelo, con temple de hombre poco común le responde: “Invito al Gral. García Meza a debatir públicamente, por el medio de comunicación que él prefiera, sobre la vida organizativa y económica de las FF.AA., como un modo de probar cuál de los dos conoce más de ellas. Toda institución nacional, incluida las FF.AA. y la iglesia, están sujetas a la crítica o elogio que su conducta merezca. En uso de un derecho constitucional y en cumplimiento de un deber ciudadano irrenunciable, seguiré ocupándome del análisis de la conducción de las FF.AA. tantas veces como juzgue necesario. En cuanto a la amenaza de agresión física que, con propósitos intimidatorios formula el Gral. García Meza, por cuenta de las FF.AA. y en nombre suyo, debo aclararle que, si bien no ignoro la peligrosidad de la misma, estoy como siempre, resuelto a defender mi honra, mi vida y la los míos”.

El 17 de julio de 1980, Marcelo, miembro del Comité Nacional de Defensa de la Democracia, CONADE, es convocado por la COB, para emitir un documento a la opinión pública, luego de la redacción del mismo, cuando se disponía a abandonar la COB, se le pidió que permaneciera hasta que “llegue Televisión Boliviana”. Lo que llega son ambulancias de la Caja Nacional de Seguridad Social, cargadas de paramilitares, con instrucción precisa para victimar al líder socialista que sabía mucho y ganaba aceptación sin igual, con su línea de compromiso con los intereses de la sociedad boliviana.

Muerto él, se estropeó su cuerpo, al extremo de desaparecerlo hasta el día de hoy. La dictadura militar mentía mediáticamente, señalando su muerte en combate. Lo cierto es que lo mataron sin darle tiempo a defenderse. La ráfaga estaba destinada sólo a él, y como siempre, no estaban a su lado los “valientes” que lo convocaron, sino otros que ni imaginaron encontrar la muerte junto a él, temido por sus autores. Al respecto su esposa reclamaba diciendo: “¡Todo un poder del Estado, respaldado por tanques y metralletas, le temen a un muerto!”.

Existe el convencimiento de que la historia se repite: en diferentes tiempos, con diferentes actores en diferentes escenarios. Y el mejor homenaje a Marcelo Quiroga Santa Cruz, Carlos Flores Bedregal, Gualberto Vega Yapura, a los sacerdotes Luis Espinal Camps y Mauricio Lefevre y a las víctimas de la Calle Harrington, es seguir la línea de conducta política incólume que nos legaron. Que no pase lo que pasó con la Heroína Latinoamericana, Juana Azurduy de Padilla, que fue aislada y olvidada por la angurria de poder de los que le robaron su historia.

Desde aquel aciago 17 de julio de 1980 se sucedieron diferentes gobiernos, incluso el actual que se autoproclama de “socialista”, y hasta hoy Marcelo Quiroga Santa Cruz y otros combatientes populares siguen desaparecidos. El hermético silencio de sus victimarios se mantiene sin fisuras y sin que ningún poder pueda romperlo. Mantener la memoria, recuperar el camino y banderas que dejaron los caídos, quebrar las viejas y nuevas complicidades y abrirle paso a la verdad son todas tareas que aún están pendientes de cumplirse. Es inevitable el recuerdo de su vida con el de su muerte y el dolor no desaparece. Su ausencia es fatal para la comunidad y el país. Ellos son los propulsores de las transformaciones socio económicas que hasta hoy no se dan. No es posible pensar en el tiempo nuevo sin el sacrificio de estos hombres.