Jimmy Ortiz Saucedo
En un país como el nuestro, las diferentes regiones y ciudades que lo conforman tienen distintas características que le dan variedad, y al mismo tiempo, les señala un peculiar rol en su desenvolvimiento, su economía e historia.
En el caso de Santa Cruz, ya la época colonial la marcó como un sitio de frontera, de cuidado de los límites que España tenía en la América frente a Portugal, el cual señoreaba en el Brasil, y, también le confirió la vocación de domadora de la selva, a la que integra como zona agrícola y ganadera para garantizar la subsistencia de sus pobladores.
Es más, Santa Cruz, junto al oriente en general, es cuna de integración humana y cultural, al reducir a centros de enseñanza y catequesis a los selvícolas, que, de esta manera, mezclaron sangre india con la blanca, aprendieron un idioma y religión que practican hasta hoy, mezclaron palabras del guarayo y otras lenguas con el castellano, y, produjeron la maravilla de las misiones jesuitas, fruto humano y cultural.
Al mismo tiempo, se fue integrando espiritualmente al alma del Ande, al obedecer a las autoridades de la Real Audiencia de Charcas, cuya mentalidad era andina; claro que las órdenes llegadas de la lejana Chuquisaca estaban adecuadas a la mentalidad y los hábitos de vida de los cruceños. Posteriormente, ya en la época de la lucha por la independencia, el espíritu rebelde y patriota del cruceño hizo que se integre a la lucha por la patria propia con guerrillas románticas, como las de Cañoto, con gente que tan pronto empuñaba las armas para pelear por un ideal de justicia y patria propia, como rasgaba la guitarra, y enamoraba a la bella mujer que ha conquistado su corazón con la gracia de sus encantos y el dulzor de sus ojos.
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Los lazos con los Andes se afianzaron, pues los ideales de patria libre habían nacido en las alturas. Finalmente, ya en la República, ambos roles se juntaron, pues Santa Cruz se opuso al avance de los brasileños y se adhirió de principio a las autoridades de Sucre, y luego a las de La Paz, cuyas ideologías políticas compartió, obedeciendo también sus decisiones, en un afán de integrarse cada vez más y mejor a la Bolivia republicana. Más tarde, protestó cada vez con mayor fuerza contra el centralismo, cuyo olvido y postergación le duele, pues le impidió tomar decisiones importantes. Posteriormente, los ideales cruceños se inclinaron hacia el federalismo como posibilidad de desarrollo regional, al mismo tiempo que le permitieron mantenerse en Bolivia. Finalmente, con la construcción de la carretera Cochabamba- Santa Cruz, ese girón patrio se sintió gozoso y se lanzó al progreso; primero industrializando la agricultura con las fábricas de azúcar, diversificando sus plantaciones y aumentando la pecuaria para convertirse en un importante proveedor de carne al país.
Posteriormente, la vocación boliviana de Santa Cruz abrió sus campos y ciudades al trabajo del colla migrante, quien se empeñó en desarrollar su futuro personal construyendo al mismo tiempo el progreso de aquellas tierras en compañía del cruceño emprendedor. Con esto se convirtió en un nuevo crisol de la bolivianidad al mezclar sangres, temperamentos, hablas y costumbres de la gente llegada de las diversas zonas del país, en un renovado y eficaz mestizaje boliviano. A tal punto es verdad esto, que, por ejemplo ha irrumpido la “S” silbante junto con la “R” arrastrada en el habla del camba, con modismos quechuas y aimaras; en cambio, éstos han recibido términos regionales de esa zona para enriquecer el vocabulario andino. Finalmente, el auge económico de Santa Cruz está llamando a personas de otras nacionalidades para que trabajen y vivan en esa zona, y, de esta manera los está integrando en su alma regional. En Santa Cruz se está forjando una nueva forma de vida, una nueva mentalidad, una nueva manera de encarar los negocios y de explotar los recursos naturales en beneficio del ser humano. Es posible que, como van las cosas, esa ciudad sea el nuevo motor del desarrollo y la vida nacionales. Felicidades a Santa Cruz por sus glorias patrióticas.