Manfredo Kempff Suárez Regresar al carretón tirado por bueyes o volver a montar a caballo o mula es algo imposible en las grandes ciudades. El desarrollo ha sido tan notable y anárquico que tenemos que resignarnos a convivir con lo que nos ofrece el progreso, es decir, monóxido de carbono, dióxido de nitrógeno y contaminación acústica por los altos decibeles que nos quieren reventar los tímpanos. Antes, los cruceños no conocíamos ninguno de esos términos, ni nos importaban.Ahora, con ciudades tan infernales como Santa Cruz y La Paz, principalmente, la gente acepta de buen tono –y hasta alaba– que se instituya el Día del Peatón, con el único objeto de flagelarnos, confirmando cuán desgraciados somos los que vivimos disfrutando de la modernidad. Pero bueno, eso es lo que deseábamos, el bendito progreso, y este llega así, con ruidos, atascos, accidentes, delincuencia y crímenes.El domingo pasado circularon pocos vehículos por nuestra ciudad, lo que produjo malestar en algunos conductores que deseaban trasladarse con sus familias fuera de sus barrios. Pero, claro, bajó el monóxido de carbono que emiten los coches (veneno que se utilizó en el Holocausto judío), disminuyó el dióxido de carbono, y, como no hubo los desconsiderados bocinazos diarios, la ‘contaminación’ en el interior de nuestros oídos estuvo a salvo.¿Todo para qué? En mi caso, solo para recordar los días calientes en que iba a pie y en abarcas a Buen Retiro, detrás del carretón con dos yuntas en el que iba mi abuela Luisa con provisiones y petacas para uno o dos meses. Pasaba algún jeep por ahí y no se oía sino el “yet”, “yet”, “husa”, “soooo” de los carreteros, que hacían restallar sus látigos por encima de los cuernos de los toros capados. Lo demás eran voces de mujeres junto con sus ollas tiznadas a lo largo del camino arenoso, ladridos de perros y cantos de aves que ya se fueron muy lejos.El Día del Peatón sirve para recordarle a la gente que antes se caminaba, que se montaba en bicicleta, que no había los mortales semáforos que nadie respeta. Y, sobre todo, que no se provocaban los atascos trepidantes que nos dejan malhumorados y sordos. Una vez cada tres meses o una vez al año esta fecha peatonal no va a componer nada, pero por lo menos, el de a pie y sus niños podrán respirar un poquito mejor y no tendrán que saltar a la acera de un bocinazo ante la embestida de algún troglodita de los muchos que en Bolivia tienen licencia para matar desde el volante.El Deber – Santa Cruz