¿Y para cuándo pues la reforma policial?

Zorro Yáñez CortesZORROEn vista de los escándalos protagonizados por efectivos policiales ahora incluso más allá de nuestras fronteras, ¿será ya una empresa transnacional con sede en la Bolivia plurinacional que forma parte de una cadena sostenida desde años atrás? Habría que ser bastante ingenuo para no lamentar que la Policía Nacional –salvo excepciones que me consta existen, pero me temo sólo como tales– se ha convertido en un organismo profundamente penetrado por la corrupción en todos sus niveles, sin que el poder político –el de antes y el de ahora–, además de discursos, haya hecho algo efectivo para cambiar o intentar reducir ese cáncer, peor cuando nos genera graves perjuicios, entre otros los vinculados al tan cacareado discurso de seguridad ciudadana.¿Cuáles sus causas? Muchas, aunque intentando resumir, podría otra vez identificar el marcado déficit de institucionalidad que la caracteriza, al extremo por ejemplo que sus últimos comandantes fueron todos designados en flagrante violación del art. 253 de la Constitución ensangrentada de La Calancha: Para ser designado Comandante General de la Policía Boliviana, será indispensable ser (…) General de la institución, y reunir los requisitos que señala la ley. Incluso, varios camaradas sostienen que entre aquellos, hubo alguno que no se tituló de la ANAPOL y hasta habría cometido homicidio en accidente de tránsito en sus funciones manejando un vehículo oficial en estado de ebriedad, aunque claro, con su nombramiento cobró la factura por “sus servicios prestados”, dicen, en Chaparina.Sostengo que una de las principales sino principal causa para esa inocultable pero sobre todo suicida desinstitucionalización de los verde olivo, es precisamente su cerril sometimiento al poder político, fruto del cual ha quedado convertida principalmente en una institución represora y encubridora para el partido de gobierno, cualquiera sea éste. Conozco varios excelentes policías que por no formar parte de ese vil esquema, están ahora o en los destinos del exilio de la institución cuasi castigados o sencillamente fuera de ella, profundamente frustrados por haberle dado prácticamente toda su vida útil a su institución, para verla convertida en lo que es ahora: un apéndice del Min. Gobierno o del Ejecutivo.Así las cosas, la exigencia de una profunda reforma policial se cae de madura –me temo que ya está podrida– y desde hace varios regímenes, todos a su turno han discurseado sobre su urgencia e importancia, más cuando llegado el momento de emprender o siquiera analizar el tema, terminan reculando, prefiriendo tener a su disposición el poder de la institución para reprimir a quienes las circunstancias partidarias lo hace necesario, imprescindible e impostergable, enviando la famosa pero sobre todo urgente reforma al basurero. Ciertamente, aquellos “atributos” de la institución policial la hace demasiado codiciable para el poder político y como ahora está ocurriendo en mayor grado llegando a extremos inocultables –Sanabrias, Ormacheas, etc -, queda claro que a esos efectos, el poder político prefiere lo urgente a lo importante y eso implica seguir imponiéndole la prestación de sus servicios: represión a quienes no son del cambio; encubrimiento a las actividades non sanctas del poder “haciendo que investigar” e incluso la abierta extorsión a los perseguidos junto con el servilismo fiscal y judicial, con base a este pacto: mientras nos obedezcan para nuestros fines, ustedes hagan lo que quieran que nosotros nos haremos a los que no sabemos (¡traten, eso sí, de no hacerse pescar, pues!). Mientras tanto, la reforma policial quedará nomás postergada sine die, y aquello de “contra el mal por el bien de todos” seguirá siendo por el bien de unos pocos (los oficialistas), contra el mal de todos (los bolivianos). Así entonces, que acertado estuvo Francis Bacon al decir: “Es muy difícil hacer compatibles la política y la moral”.Correo del Sur – Sucre