Con varios efectivos de la Fuerza de Tarea Conjunta fallecidos y una veintena de heridos, la grave situación de Apolo se asemeja cada vez más a la que se registraba en El Chapare algunos años atrás, cuando Evo Morales encabezaba la resistencia armada a la erradicación de cocales ilegales y advertía que “caerá un uniformado por cada campesino muerto”.
Todo indica que el método narcoguerrillero hizo escuela. No podía ser de otra manera. Si la utilización de tales prácticas delincuenciales conduce a la jefatura del Estado, no parece haber mucho desincentivo.
Lo cierto es que el método en cuestión logró construir en el Trópico de Cochabamba una suerte de “territorio liberado” (para el narcotráfico), desde donde el “instrumento político” de los cocaleros se proyectó hacia todo el país.
Esa y no otra es la verdadera historia de los últimos años.
Y al igual que en El Chapare se ha constatado la presencia de integrantes de las narcoterroristas FARC, otro tanto pasaría en Apolo, de acuerdo a denuncias de varios meses atrás que no fueron tomadas en cuenta por el Ministerio de Gobierno.
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En suma, el régimen evista tiene nula autoridad moral para combatir a la incipiente narcoguerrilla del norte amazónico paceño, que no es otra cosa que la réplica de lo ya ejercitado en la “republiqueta chapareña”…