El miedo a la muerte es saludable, pero es importante distinguir cuando deja de ser algo que nos permite seguir viviendo.
La muerte está ligada de forma indisoluble a la vida; es una realidad que genera muchos posibles sentimientos de acuerdo a cada persona, sociedad y momento de vida debido a lo incomprensible de su naturaleza.
Todos en cierto grado tenemos miedo a la muerte, debido a que lo relacionamos con la soledad, las pérdidas, el vacío, lo desconocido, el dolor, etcétera, y es este miedo lo que nos permite darle valor a aquello que poseemos y sentido a lo que hacemos. Si no tuviéramos temor a la muerte, no nos cuidaríamos a nosotros mismos o a aquellos que queremos, digamos que es un temor básico «saludable» que nos permite preservar y disfrutar la vida.
Sin embargo, es importante distinguir cuando este miedo deja de ser algo que nos permite vivir y se convierte en algo que nos impide seguir viviendo, en estos casos se pueden observar comportamientos como el siguiente: «Veo la muerte en todos lados, el cable de la plancha, los cuchillos en la cocina, mi balcón… no puedo hacerle de comer a mis hijos por temor a pensar que algo pudiera sucedernos, siento un miedo tan poderoso que me impide llevarlos a la escuela», es un ejemplo de fobia a la muerte, que se traduce en ideas recurrentes y obsesivas que generan sufrimiento y alteraciones en la vida cotidiana.
Generalmente las fobias relacionadas con la muerte pueden presentarse como ideas angustiantes que no podemos detener a voluntad: con nuestra propia muerte, con la muerte de los demás, con posibles formas de morir, con situaciones u objetos relacionados con la muerte (ataúdes, cementerios, entre otros).
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Al explorar las posibles razones para tener esta fobia, es común encontrar en la historia de la persona experiencias cercanas con la muerte, por ejemplo haber presenciado o sido víctima de un evento muy violento, la muerte de algún ser querido, haberse encontrado en una situación cercana a la muerte (accidentes, enfermedades, por mencionar algunos) o incluso enfrentarse a este hecho en edades muy tempranas donde aún no se tiene la posibilidad de comprenderlo.
Es un hecho que el experimentar situaciones relacionadas con la muerte o su posibilidad (por ejemplo una enfermedad grave) siempre ocasionará un momento de desequilibrio y una serie de conflictivas a resolver. Dependerá de la personalidad, carácter, edad y momento de vida, lo fácil o difícil que sea afrontarlo y la forma en que se representará el conflicto. No será la misma conflictiva la muerte de un padre a los 5 años que a los 30, trayendo como consecuencia más grave una fobia o incluso pensamientos suicidas.
Las ofrendas, visitas a cementerios o incluso disfrazar a nuestros niños en un día designado a venerar la muerte nos habla de la necesidad que tenemos de comprenderla y reflexionar sobre qué significa para cada uno de nosotros.
Es importante acudir con un especialista en salud mental siempre que nos encontremos ante sentimientos de mucha angustia referentes a la muerte, para evitar posibles agravamientos o consecuencias incluso en nuestro rendimiento día a día.
Psic. Miriam Hernández Soler
Clínica de Asistencia de la Sociedad Psicoanalítica de México (SPM) http://www.spm.org.mx/
Fuente: de10.mx