Lo que debía ser un encuentro tripartito entre socios sudamericanos de la ALBA –Venezuela, Bolivia y Ecuador- quedó reducido a una reunión entre los presidentes Evo Morales y Rafael Correa, luego de que el mandatario venezolano, Nicolás Maduro, declinara su presencia alegando un “virus gripal”, que quizás termine atribuyendo al “imperialismo”.
Lo cierto es que, tras la desaparición de Hugo Chávez, sus secuaces han tenido problemas para articularse internacionalmente, como quedó demostrado en el abortado intento de cumbre de Unasur (entidad hegemonizada por la ALBA y sus aliados del Foro de Sao Paulo) luego del incidente aéreo del presidente cocalero en Europa, la cual no alcanzó el quórum requerido.
Entre las razones reales que tal vez expliquen la ausencia de Maduro está la crisis terminal que atraviesa el modelo económico “bolivariano”, que ha sometido al pueblo venezolano a un desabastecimiento del 20%, escasez sólo comparable a la de una nación en guerra.
El sucesor de Chávez acaba de fracasar en el intento de lograr un rescate financiero chino y cada vez más el “socialismo del siglo XXI” parece un callejón sin salida. Maduro, mientras tanto, sólo atina a achacarle el desastre estatista a una conspiración imaginaria de la derecha.
En Bolivia, huérfanos de tutor venezolano, Morales y Correa siguen sin embargo el guión previamente escrito, amenazando con retirar a los países que comandan del Sistema Interamericano de Derechos Humanos, aduciendo que el mismo estaría subyugado por el “imperio del capital”.
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Disparate mayúsculo, sin duda, pero que no es gratuito, ya que lo que se busca es blindar a sus regímenes de la supervisión continental, dado el creciente rumbo arbitrario de sus administraciones.
El “neo-autoritarismo del siglo XXI” ha muerto como horizonte de futuro, pero tiene una sobrevida de inercia que lo mantendrá un tiempo más en el panorama continental, degradando o falseando a las democracias latinoamericanas…