“El abrazo del papa Francisco fue como estar en el paraíso”


El hombre con la enfermedad neurofibromatosis de tipo 1

La imagen del Pontífice abrazando a Vinicio Riva dio la vuelta al mundo. Hoy explica lo que sintió aquel día tan especial en San Pedro.

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Daily Mail. Vinicio Riva con su tía Caterina, en su casa de Vicenza.

Página Siete y Agencias / Roma

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El papa Francisco no lo dudó un instante. Le vio en la plaza de San Pedro  con su cara deformada  y se detuvo para darle un sentido abrazo.

A sus 53 años, Vinicio Riva  rememora ese momento, cuyas imágenes dieron la vuelta al mundo, como el más especial de su vida. "Era como estar en el paraíso”, explica a la periodista del periódico español El Mundo, Irene Hernández Velasco.

Vinicio tiene el cuerpo entero, de los pies a la cabeza, cubierto por unas terribles protuberancias, unos tumores que aunque son benignos le provocan dolores terribles, fuertes picores y llagas que no dejan de sangrar.

"Soy un ser deforme”, se define a sí mismo con resignación. Padece la enfermedad de von Recklinghausen, una dolencia genética más conocida como neurofibromatosis de tipo 1.

El encuentro con el Papa

"El Papa ni se detuvo a pensar si me abrazaba o no. Mi enfermedad no es contagiosa, pero él no lo sabía. Bajó del altar a saludar a los enfermos. Yo le besé la mano mientras que él con la otra me acariciaba la cabeza y las heridas. Después tiró de mí, abrazándome con fuerza y besándome el rostro. Yo tenía la cabeza en su pecho, sus brazos me rodeaban. Me tenía muy pegado a él, mimándome, no se apartaba”, asegura Vinicio en una entrevista concedida al diario británico Daily Mail, y en otras declaraciones a la prensa italiana .

"No me dijo nada, pero yo sentí su amor. Duró poco más que un minuto, pero a mí me pareció una eternidad” confiesa.

Y añade embargado por la emoción:  "Mi corazón iba tan deprisa que creí que iba a morir”. "Pensé que no lo iba a soltar”, añade su tía, Caterina, que fue quien le acompañó a la plaza de San Pedro en el Vaticano.

Aunque con quien Vinicio vive en Vicenza, en el norte de Italia, es con su hermana Morena, de 46 años, que también tiene neurofibromatosis, aunque en una fase menos severa.

A ambos  la enfermedad se la transmitió su madre, que no desarrolló ningún síntoma hasta que tuvo a sus hijos y murió de este trastorno a los 81 años.

Este hombre, que con 15 años empezó a mostrar los primeros signos de la enfermedad, lleva una vida infernal. A diario se levanta de la cama con el pijama ensangrentado, porque es tal lo que le escuecen las protuberancias que tiene por todo el cuerpo que no puede evitar rascarse hasta provocarse heridas.

A Riva los médicos le dijeron que sólo viviría hasta los 30 años. Se  equivocaron. Y él, con sus limitaciones, disfruta del fútbol, de salir con los amigos  y ahora  de la esperanza que le dio el Papa.


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