María Galindo
Las presidentas de las cámaras de Diputados y Senadores, y cada una de las ministras y de las mujeres que ornamentan el Gobierno de Evo Morales, representan el uso de las mujeres como cuota biológica, sin ideología, horizonte, ni ideas propias.
Representan una suerte de jugo concentrado de demagogia en torno a los derechos de las mujeres, cuando, en los hechos, están consagradas a la adulación de las figuras de Evo Morales como caudillo y de Álvaro García Linera como caudillito paralelo.
La ausencia de perspectiva propia y de capacidad crítica es insoportable. El Presidente puede, incluso, pisotearlas y ellas responderán con una complaciente sonrisa.
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A esto se suma que la reciente ley que garantiza a las mujeres una vida sin violencia es mala, y como la anterior también era mala, vamos a peor.
Hoy los casos se ventilan en el campo penal y esto significa darle poder al policía investigador para que venda los expedientes, revictimice a las mujeres, cobre a la víctima por la movilidad, la llamada telefónica y hasta por el aire que respira para hacer su trabajo.
El Instituto de Investigaciones Forenses (IDIF) no ha sido reformado. Se dice que atiende las 24 horas, pero esto es a puerta cerrada. Es que después de golpear la puerta del lugar por un buen rato, un policía, que está paseando en el patio, durmiendo la siesta en el segundo piso o preparándose un cafecito en la cocina, acudirá lentamente a abrirte.
Para dejarte entrar ese policía de guardia juzgará si tienes o no todos los requisitos para entrar. A las tres de la mañana te pedirá una fotocopia de carnet y una orden fiscal, que se tiene que sacar de la Fuerza Especial de Lucha Contra el Crimen, que está en otro lugar.
Los forenses no cumplen sus turnos y con la concupiscencia policial se cubren las espaldas. Si llegas a entrar a sus altares para una revisión, comprobará que sus oficinas ni siquiera tienen los focos suficientes para poder examinar los golpes que tienes.
Sales hinchada, adolorida y amoreteada y no hay un consultorio donde luego de la revisión recibas atención médica, un antiinflamatorio, un calmante o la asistencia psicológica que te puede permitir reordenar tus ideas y ayudarte a secar las lágrimas.
Para toda la ciudad de La Paz y El Alto, en el IDIF sólo hay dos médicos forenses por falta de recursos económicos. Para lo que sí hay dinero es para que un gabinete inoperante, que cada vez está más lejos del pueblo, sobrevuele la realidad sin aterrizar en las condiciones reales de un Estado burocrático y mediocre.
En tanto, en lo que fue la Brigada de Protección a la Familia sólo se ha pintado la fachada, porque en sus oficinas se sigue respirando el mismo aire machista y de no importismo.
En el aparato judicial las cosas van peor, no hay juez de familia que asuma los casos. Mientras, las cárceles están tan saturadas que si llegan a juzgar al violento no hay dónde meterlo.
El reglamento de la ley que garantiza a las mujeres una vida sin violencia no salió como prometieron y no saldrá, porque la aprobación fue un acto coyuntural de propaganda, no una respuesta estructural contra la violencia machista.
La justicia no es gratuita. Los jueces, fiscales y policías te siguen mirando el apellido, el bolsillo, el color de piel y la ropa que llevas para atenderte o dejarte esperando, sentada en un banco destartalado.
No se han creado los juzgados prometidos, no se han creado los forenses prometidos, no se han creado las casas de acogida prometidas. Tomaron, comieron y se aplaudieron en nuestro nombre y nada más.
Y de remate, el violador de una mujer en Sucre, Domingo Alcibia, ha logrado que a un año de su delito no se celebre ni una sola audiencia y que el caso quede paralizado, sin dar ni un solo paso más que rumbo a la impunidad.
En este contexto, ¿para qué sirve tener ministras o presidentas de cámaras? Temo que para nada.
María Galindo es activista
de Mujeres Creando.
La reciente ley que garantiza a las mujeres una vida sin violencia es mala, y como la anterior también era mala, vamos a peor.
Fuente: paginasiete.bo