Laura Álvarez, representante de los transexuales de Bolivia y trabajadora sexual.
La cantidad de clientes en el trabajo sexual varía según los días y la época del año. El indicador son los asalariados y a fin de año llega la “temporada alta”
Página Siete / La Paz
Es de noche y lleva un abrigo oscuro que le llega hasta los muslos, con una calza floreada que a su vez se esconde dentro de unas botas negras. Tiene el cabello largo y rojizo, y los labios de un rosado claro. Pone azúcar morena a su café con leche, sujeta la cucharilla con sus largos y gruesos dedos y la mueve con delicadeza.
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Laura Álvarez es presidenta de la Organización de Travestis Transgéneros y Transexuales Femeninas (OTRAF) de Bolivia, ingeniera agrónoma y trabajadora sexual. Conocedora de los altibajos de la prostitución en el país, asegura que sus clientes heterosexuales saben que ella y sus compañeras tienen genitales masculinos a la hora de recurrir a sus servicios, sin embargo, muchos de ellos terminan agrediéndolas por su condición.
Afirma que optó por la prostitución, al igual que muchos transexuales en el país, por el rechazo y discriminación de la sociedad, y de las instituciones públicas y privadas.
¿Cómo se dio cuenta de que era transexual?
A mis siete años no sabía ni lo que significaba ser transexual, ahora tengo más de 40. Mis abuelos me criaron como varoncito, con soldaditos y camioncitos, pero ya notaba una diferencia, no me gustaba el comportamiento masculino y tampoco me adecuaba a los típicos juegos de chicas.
¿Qué pensaba su familia y su entorno?
Nací cuando mi papá tenía apenas 22 y nunca conocí a mi mamá. Por eso me crié en Cochabamba con mis abuelos, que eran adventistas, mi abuelo era excombatiente de la Guerra del Chaco, era vertical, disciplinado y muy religioso. Me adecué a eso.
Jugaba con trompos, cachinas y fútbol, pero la cuestión de género es tan fuerte que en algún momento yo me transformaba. En la intimidad utilizaba vestimenta de mujer desde mis ocho años. De mi abuela, tía y primas.
¿Antes de asumir su transexualidad, tenía pareja?
Claro, me casé a mis 31 y con mi exesposa vivimos ocho años. No tuve hijos por irregularidades biológicas, tanto de ella como mías.
Tenía un trabajo, soy ingeniera agrónoma. Ella tenía la misma profesión, pero desde el momento en que expresé mi identidad como mujer las cosas cambiaron y nos divorciamos.
¿Cómo vivía su sexualidad antes de casarse y durante su matrimonio?
Normal, no había ningún lío y sentía atracción por las mujeres. Yo me enamoré de mi ex. Por eso dicen que el género no siempre está ligado a la inclinación sexual, yo viví mi vida heterosexual antes de transformarme. Como hombre sentí atracción y tenía relaciones coitales, pero eso cambió cuando expresé mi identidad con la que ahora vivo.
¿Cuándo asumió su nuevo género?
Por 2008, fue la razón para el divorcio. Fue shockeante para mi ex porque ella se había casado con un hombre y no con una mujer. Se lo dije porque ya no aguantaba, aunque ella ya tenía sospechas. Mi familia me decía que me haga ver con un psicólogo o un cura, pero yo no estaba enfermo, por eso tenemos como eslogan la frase: "Yo no he nacido en un cuerpo equivocado, he nacido en la sociedad equivocada”, sonríe mostrando sus dientes blancos y menudos.
¿Siente miedo?
No. ¿Por qué sentir miedo de algo que realmente eres? Sí tuve miedo de perder mi trabajo, y lo perdí. El último trabajo que tuve fue en el Ministerio de Hidrocarburos. Entré allí como consultor, pero poco antes de que acabara mi contrato ya tenía algunas características femeninas: pelo largo, maquillaje, pestañas rizadas, uñas pintadas y vestimenta del otro sexo, de a poco me fui transformando.
Se acabó el contrato y salí. Poco tiempo después salió una convocatoria, me presenté y gané. Entonces fui a otro ministerio, pero ya estaba con otra apariencia, una andrógina.
Me enviaron a una entrevista con la ministra, quien me dijo "usted tiene que vestirse de acuerdo a lo que dice su identificación”. Le pregunté dónde estaba escrito eso y no supo responderme. Le dije que el artículo 14 de la Constitución Política del Estado prohibía la discriminación por identidad de género, ella lo reconoció pero me pidió un aval dirigencial. Conseguí tres. Por un año de contrato me tenían que pagar 13.000 bolivianos y los que me dieron el aval dirigencial me pidieron el 70% de eso. Por supuesto que yo no acepté. Buscaron la forma de hacerme desistir, no me discriminaron pero buscaron que yo desista a través de trabas.
¿Cree que hay pluralidad como dicta la Constitución?
El problema es que se le dio una sola dirección, en la que a los indígenas y campesinos se les ha reconocido en todos los niveles. A otras identidades como que no se nos consideró, nos pusieron de lado.
¿Por qué recurrir al trabajo sexual?
Mirá, hasta 2012 se hizo una encuesta a nivel nacional y el 70% de la población de mujeres trans en el país se dedicaba al trabajo sexual. Según las últimas encuestas hechas por otras instituciones la cifra es de 86%.
La sociedad nos niega todo, existe transfobia institucionalizada, hallan cualquier pretexto para que no trabajes, entonces la alternativa más directa es la sexual.
¿Cómo es su vida con el trabajo sexual?
Siempre digo que a mí el título de ingeniera no me sirve de nada porque estoy en las esquinas. A eso me empujó una sociedad hipócrita que nos mandan a esto y luego nos cuestionan.
Hasta hace algunos años la Policía nos extorsionaba y nos golpeaba, los vecinos nos botaban con huevos podridos. Los hombres pasaban en sus autos y gritaban "¡maricón de mierda”.
¿Hay algún tipo de control en el trabajo sexual?
El trabajo sexual en nuestro país no está prohibido. Sí, existen controles sanitarios, todas las prostitutas tienen que ser sometidas a un examen periódico mensual, tener un carnet de sanidad. Las que trabajamos en la calle la tenemos.
A veces el cliente atenta contra la salud pública. Viene y me dice: "Mamita sin condón”. Le contesto que pague lo que pague yo no acepto.
¿Quiénes son sus clientes más asiduos?
El trabajo sexual para una trans es diverso. Tengo clientes diputados, militares, doctores, abogados, estudiantes, son varones heterosexuales que nos ven como mujeres pero son conscientes que la mayoría de nosotras genitalmente tenemos órganos sexuales masculinos. Raros son los que no saben y piensan que son engañados; allí surge la violencia. Compañeras vienen sangrando o van directo al hospital.
Muchos heterosexuales quieren que los penetre. Algunos tienen la duda y me preguntan: "¿Laura, crees que soy gay?”. "No pues -le digo-, el gay es un hombre al que le gusta otro hombre, tú ves una mujer en mí y sólo quieres experimentar, tener un placer anal, después vas a seguir viviendo con tu esposa, con tu amante”.
Hay parejas de heterosexuales que piden el servicio para salir de la rutina, después no lo repiten.
¿Cuánto cobra?
El promedio es 200 bolivianos por hora, pero no son tarifas fijas, sino acordadas. También depende de la viveza de la trans. Yo digo: "Te voy a hacer un baile erótico, un masaje, te voy a mostrar un video, si quieres te puedes duchar en el baño o si quieres una cervecita, tengo en mi frigobar”. Entonces son cosas que aumentan la tarifa que puede llegar hasta 800 bolivianos.
¿Dónde se reúnen para trabajar?
En La Paz hay tres lugares. Uno es en la 20 de Octubre, Sopocachi; otro en la avenida Kennedy, y otro que recién está empezando en la avenida Busch.
¿Cuántos clientes tiene en una noche?
Depende, es por temporadas. Los asalariados son el indicador, se les paga los primeros 10 días de cada mes y allí mejora el negocio.
Las temporadas de fin de año son las más altas, ahora más porque va a haber doble aguinaldo (sonríe).
Puedes tener de cinco a diez clientes en una sola noche, como puede que no tengas nada. Se trabaja de 1:00 a 6:00.
¿Los clientes buscan que sea simpática?
Obviamente, siempre quieren ver a alguien de buena presencia y buen trato. Esto último lo trabajamos con las chicas, les decimos que no griten al cliente porque la mejor propaganda es el buen trato. Si le tratas bien, el cliente va a retornar, si le robas, le pegas, le insultas ya no va a volver y todavía te va a hacer mala propaganda.
¿De qué se operó?
Mi primera cirugía fue sacarme la manzana de Adán (800 dólares), me hice arreglar la nariz (3.500 bolivianos), tengo implantes de silicona en los senos y en las nalgas ($us 1.000). La parte genital (que en Bolivia costaría entre $us 6.000 y 10.000) no me la modifiqué porque no se necesita tener una vagina para ser mujer.
¿Cómo se define?
Soy transexual. Aunque en el trabajo no me hago lío de atender también a mujeres, pero prefiero a los hombres.