El adolescente quemado en el Viedma, ayer. R. rodrÍguez
“Yo soy del barrio, no me han reconocido, era mi garrafa, no he robado, estaba llevando mi garrafa”, asegura Cristian Q., con la voz tan enronquecida que parece un suspiro. Está tendido en una camilla de la unidad de Emergencias del hospital Viedma, con los brazos, las piernas y el pecho cubiertos de ampollas, por quemaduras.
El adolescente de 16 años señaló a los policías que lo rescataron antes de que el fuego lo matara, que él vive en el barrio, volvía de una fiesta y caminó hacia la tranca para comprar algo de comer. En el trayecto, halló una garrafa, un cuchillo y un retrovisor tirados en el suelo y nadie alrededor. Pensando que habían caído de algún vehículo los tomó y siguió caminando, pero un vecino que venía en sentido contrario, lo culpó de haber robado los objetos y gritó convocando a los demás.
El menor explicó que “se encontró” la garrafa, que vive en el barrio y que podían ir a su casa a verificarlo, pero no lo reconocieron ni le creyeron.
El adolescente fue golpeado y atado a un poste de alumbrado público. Un hombre le roció con gasolina y otro le lanzó un fósforo encendido. Afortunadamente una patrulla policial llegó rápidamente y fue rescatado. Ningún vecino se presentó en la fuerza anticrimen para denunciar el robo de una garrafa o un retrovisor.
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Fuente: Opinión