No sé si tomarme el desequilibrio entre los regalos de Rajoy y Obama como algo normal o como un sutil signo de desprecio. Pero si yo fuera Rajoy, me pediría el cuerpo ir comprando unas bolsas de conguitos para cuando el afroamericano venga a Madrid
Las visitas de presidentes españoles a Estados Unidos siempre dan un poco de vergüencica. Da igual el signo político de nuestros mandatarios: nadie nos libra de ese megacomplejo de inferioridad que nos lleva a verlos como el jefe de una tribu de Gambia rindiendo pleitesía a la reina de Inglaterra. Ni siquiera las preciosas imágenes de Aznar fumando puros con Bush o esa cumbre del movimiento gótico patrio que supuso la entrada en la Casa Blanca de las hijas de ZP nos quitan la sensación, no sé si equivocada o no, de ser unos chiquilicuatres en el mundo occidental.
El viaje de Rajoy a Washington esta semana no ha alterado demasiado dicho estado de ánimo. El paseíllo habrá sido un exitazo, pero en las redes sociales y en los programas de humor de la tele (gloriosa la cobertura de El intermedio) ha prevalecido la mofa. También es verdad que nuestro Mariano se presta al escarnio como pocos: los caretos de panoli arrebatado ante Obama o el “¿ein?” que soltó cuando el presidente de EE UU bromeó en inglés con los cámaras no ayudan a tomarle en serio.
Tras la charleta con brother Barack, que no le invitó a almorzar como sí hizo con Zapatero, el líder del PP se zampó una hamburguesa en P. J. Clarke’s con su equipo. Poco tengo que añadir a la imprescindible crónica de Abc sobre este notición, salvo que me extraña que los camareros “no cayeran en la relevancia del político” teniendo en cuenta su carisma y su enorme popularidad allende nuestras fronteras. Lo que sí me gustaría glosar es el intercambio de regalos entre los presis, sin duda uno de los highlights del Rajoy Ambition Tour.
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España agasajó al líder del mundo libre con tres facsímiles (imitaciones exactas) de obras antiguas relacionadas con la hermandad hispanoamericana. A cambio, según ha contado el enviado especial del grupo Vocento, la delegación española solo recibió una caja de M&M’S con el logo de la Casa Blanca y la firma de Obama, de los que se venden en eBay por 15 euros.
No sé si tomarme tal desequilibrio como algo normal —cuando vas a casa de alguien, regalas algo al anfitrión, y no viceversa— o como un sutil signo de desprecio. Pero si yo fuera Rajoy, me pediría el cuerpo ir comprando unas bolsas de conguitos para cuando el afroamericano venga a Madrid. Un poco para marcar paquete y enseñarle que en cuestión de microdulces industriales de chocolate somos muy superiores, y otro poco como chiste políticamente incorrecto capaz de desencadenar una buena crisis diplomática.
Fuente: elpais.com