DRAMÁTICO. RIADA EN POTOSÍ SE LLEVA A TRES NIÑAS. LAS INUNDACIONES CRECEN EN VARIAS REGIONES.
Magdalena (14), Lizbeth (10) y Marisol (7) fueron arrastradas por el turbión en Quehuaca Grande (Potosí), mientras intentaban cruzar el río con sus padres y dos hermanas más. Hay 28.500 familias afectadas por los desastres en gran parte del territorio nacional.
La ayuda se concentra en Beni, el departamento más afectado, aunque La Paz y Cochabamba sufren también por riadas y desbordes. Hay alerta roja en Trinidad, Riberalta y Guayaramerín. Poblaciones y comunidades aisladas son asistidas desde el aire. En Santa Cruz siete municipios están en emergencia. Las campañas de solidaridad llegan poco a poco a los damnificados.
FRASE
“Hemos encontrado disposición de parte de los pobladores para salir y acomodarse, pero no tanto en carpas, prefieren quedarse en las unidades educativas”.
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Óscar Cabrera – Viceministro de defensa civil
Seis cruces y un solo funeral
Los familiares relatan lo que vivieron el funesto 25 de enero en Rurrenabaque.
Antonio Chipana muestra las fotos de su esposa, Rosmeri, y de su hijo Marcos, que fallecieron sepultados por el lodo en el barrio El Cerrito, donde el pasado 25 de enero quedaron enterradas algunas viviendas.
Roberto Navia/Rurrenabaque, Bolivia, EL DEBER
En la primera parte de esta historia hay seis muertos y un solo funeral. La culpa la tiene la lluvia o puede que el teléfono. Quizá han pasado muy pocos días desde aquel 25 de enero para saber la pura verdad. Eso cree don Gregorio Cartagena, que desde aquel día ha envejecido varios años. Perder dos hijos, tres nietos y una nuera, en un puñado de segundos, lo ha convertido en un hombre de 58 años de edad con canas y arrugas y un andar de anciano que no se le conocía; lo ha dejado literalmente con una mano adelante y la otra atrás y con una tristeza eterna que se le nota en cada hebra de su piel.
Todo ocurrió en ese cerro con nombre de niño. En las faldas de El Cerrito, donde se levantó un barrio del mismo nombre, donde él compró hace 15 años un lote de 12 por 30 metros con su sueldo de carretillero, oficio que continúa ejerciendo de sol a luna, donde construyó con ayuda de sus hijos una casa modesta de madera firme y techo de calamina que ya no está porque ese sábado 25, varias toneladas de un cóctel espeso de barro, rocas y troncos descendió con una fuerza de rinoceronte tumbándolo todo, en un mediodía mojado y matando a sus seres queridos que no vivían ahí, sino que llegaron después de que algún pariente los llamó por teléfono para pedirles que fueran a ayudar a sacar la tele y el colchón, la garrafa y los platos, la cama y la ropa del papá Gregorio, que salió temprano a trabajar, antes de que el cerro empezara a bramar como un animal herido.
La vecindad de El Cerrito supo que algo malo iba a ocurrir porque no solo había un ruido de lluvia. Desde la cumbre se escuchaba el gemir de la naturaleza. La primera víctima de aquella jornada está viva, internada en una clínica de La Paz. Fue a las 10:30 de la mañana cuando Juana Cartagena se metió en una pesadilla. A esa hora ya había terminado de ayudar a una vecina a sacar casi todas sus cosas, pero aún faltaban las ollas. Por eso se metió de nuevo a la casa ajena y cuando salía el aluvión la tapó enterita, sacó la mano para que supieran que no estaba muerta y sus hermanos vieron la señal de auxilio y escarbaron con las manos. Cuando la desenterraron, Juana ya no tenía el pie izquierdo ni la canilla.
Después vinieron las muertes en una sola casa, en la de don Gregorio Cartagena. Un boom seco, único, un mazazo helado se posó en la vecindad mientras la gente escapaba como ‘animalitos’ asustados. Así lo recuerdan varios sobrevivientes. Fue después de las 11:00 cuando los esposos Rosela Mendoza Fernández y Guillermo Cartagena, ama de casa y albañil, perdían la vida en pareja y dejaban a un hijo de dos años en la orfandad. En ese mismo lugar también se iba Joel y a su lado Rosmeri con su hija Ninfa y Marcos, de 13 y 15 años de edad. Seis personas que habían llegado para rescatar las pertenencias de don Gregorio, que aquel día no parecía un hombre viejo. Cuando supo de la tragedia corrió a las faldas de El Cerrito, pero no lo dejaron subir y cuando el lunes estaban enterrando al último de los suyos se puso frágil como un niño.
No fue un velorio normal. Entre el sábado 25 y domingo 26 el equipo de rescatistas del municipio sacó a tres cuerpos a los que velaron durante dos días en la casa de Pedro Yumacale Fernández, el hermano de Rosela, y el lunes a los otros tres, a los que ya no los pudieron velar por un asunto de olor y la recomendación fue esa, que los acostaran en los ataúdes donados por la Alcaldía y que los llevaran, a todos juntos, a su última morada. "Viera usted cómo vino tanta gente. Esta sala estaba llena de cajones y de muchos curiosos", recuerda Pedro, ahora que es martes y cuando ya solo quedan las fotos de los fallecidos en una mesa iluminada por dos velas pequeñas.
Madre que no despidió a su hijo
Además de los seis miembros de una familia, El Cerrito sepultó a cuatro soldados de la Marina de Rurrenabaque que habían llegado al lugar también para ayudar a los vecinos. Los cuatro tenían que haberse licenciado el viernes. Pero el acto se suspendió y como aún estaban bajo bandera, les dieron órdenes para que fueran a la última misión como hombres de la patria.
Gregoria Mano salió vestida de negro de su casa de La Paz a Beni el lunes pasado y por el mal estado de los caminos recién llegó el miércoles a Rurrenabaque. Vino al entierro de su hijo Wálter Vicente Guayao Mano, de 22 años, pero cuando acudió al cuartel donde prestaba sus servicios como marinero, le dijeron que el cuerpo había sido llevado en helicóptero a Esperanza del Madidi, donde viven otros familiares pero donde solo se puede llegar haciendo una travesía que para el hombre común requiere de un esfuerzo que no siempre está en sus manos.
Doña Gregoria quiso llegar a tiempo para pedir a los militares de la Marina que lo enterraran a su muchacho en Rurrenabaque, porque en esta población, dice, es más fácil venir a visitarlo con un ramo de flores y varias oraciones, ya sea desde La Paz de Beni o de Esperanza del Madidi.
Ayer mojó su luto con la lluvia tupida que no paró desde la madrugada, y corrió de un lado a otro. Fue a la Brigada Naval y después a la escuela Gualberto Villarroel, donde supo que estaba el alcalde y los militares. La respuesta que le dieron fue esa, que el soldado ya marchó a su última morada.
Wálter Vicente murió el sábado 25 junto a otros tres marineros de río, cuando prestaban ayuda a los vecinos del barrio El Cerrito bajo un clima amenazante que terminó derrumbando parte de un cerro mortal
Una llamada
Ellos corrieron a dar auxilio a los suyos
1 Antonio Chipana continúa metido en una noche que no acaba. Él era el esposo de Rosmeri y padre de Marcos y de Ninfa. "Estábamos los cuatro en nuestra casa del barrio Isla Negra. Mi mujer recibió una llamada telefónica de un familiar y nos fuimos a El Cerrito para ayudar", recuerda sin un hilo de bronca, sin intentar buscar culpables.
2 Aquel sábado, después de la llamada, la familia entera se subió al vehículo y Antonio los dejó cerca del barranco y él no continuó camino porque una mujer le rogó que la llevara en su taxi a la terminal. A los 10 minutos llamó a su esposa para ver cómo estaba, pero su teléfono sonaba apagado, llamó a sus hijos, y las líneas también estaban muertas. "Me desesperé y corrí. Cuando llegué, la casa ya estaba tapada con barro".
Autoridades deben trasladar al 12% de los vecinos de Rurrenabaque
La capital turística de Beni sufre horas de tragedia. Tras la muerte de 10 personas, la Alcaldía ha tomado la decisión de trasladar a unas 2.000 personas a zonas más seguras. Afecta a casas que están incluso en el centro del pueblo que sirve de entrada al Madidi
Una familia rescata lo que quedó en su casa después del temporal del sábado 24. Foto: Rodrigo Urzagasti
Roberto Navia. Rurrenbaque, EL DEBER
Rurenabaque está anclada entre las últimas estribaciones de la cordillera de los Andes y el inicio de la amazonia boliviana, en un lugar paradisíaco. Pero sus habitantes y autoridades saben que como la vida no es perfecta, esta ubicación que podría ser envidiable, le genera tres enemigos que durante por lo menos 10 meses del año pasan desapercibidos, pero cuando despierta cualquiera de ellos, desenfundan desastres incluso de muerte.
El enemigo más común en épocas de lluvias es el río Beni que pasa por las orillas del pueblo de 20.000 habitantes. Pero el sábado 25 se dieron con la noticia de que los cerros donde también hay núcleos urbanos, y los cuatro arroyos que pasan por el medio y los costados de la urbe, son potenciales bombas de tiempo, cuya primera detonación mató aquel día a 10 personas entre adultos, jóvenes y niños, cuando se desprendió una parte de El Cerrito y arrastró piedras, lodos, casas y sepultó vidas humanas.
En medio de luto y a solo días de que los familiares hayan enterrado a sus muertos, la Alcaldía de Rurrenabaque se ha detenido a observar el mapa de este pueblo, que se encuentra en la provincia José Ballivián del departamento de Beni y que es la puerta al Parque Madidi, y ha recordado un dato que muchos pobladores se niegan aceptar: el 30% de la población vive en las faldas de los cerros y cerca de los arroyos, el 40% a orillas del río Beni y solo el restante 30% en la zona de expansión, una tierra plana y más alejada de la bravura de la naturaleza.
Pero para no ser alarmista, tranquiliza el alcalde Yerko Núñez, el río Beni está "controlado", debido a los trabajos de ingeniería que se han venido haciendo durante los últimos años y del 30% de los habitantes que moran en los cerros y que son vecinos de los arroyos, el 12%, o sea, más de 2.000 personas, no deben volver nunca a vivir en esos lugares ahora considerados no aptos para el ser humano.
Entonces, un proyecto de traslación es la respuesta que el municipio piensa ejecutar lo antes posible, cuando cesen las aguas. Eso significa que por lo menos ocho barrios, de 30 que existen en Rurrenabaque, serán llevados a la zona de expansión y se expropiarán los terrenos de los vecinos que viven en el centro de la población, donde existan casas construidas cerca de los arroyos que bajan de los cerros y que desembocan en el río Beni.
El viceministro de Defensa Civil, Oscar Cabrera, el miércoles ingresó a una casa ubicada en pleno centro de Rurrenabaque, y se ha percatado de que el arroyo pasa por ahí a menos de un metro, y que parte de la edificación donde viven tres familias fue construida casi encima de ese recurso natural. Entonces ha coincidido con el alcalde Núñez en que antes de que ocurra una tragedia, se deben expropiar todas las casas ubicadas en zonas vulnerables.
"Ésta es una zona de riesgo. El arroyo pasa por propiedades privadas y el municipio tiene que revertir esta zona para que sea propiedad municipal y se realicen obras de ingeniería", dijo el viceministro, que comprometió la ayuda del Gobierno nacional para que la Alcaldía no solo trabaje con miras a la emergencia, sino también para que encuentre una solución definitiva al problema que tiene Rurrenabaque con el río Beni cuando éste crece y ahora con los cerros y los arroyos.
Vamos por parte, dice el alcalde Núñez, que aclara que si bien el objetivo es uno solo: trasladar parte del pueblo a otra parte, se trata de dos proyectos paralelos. El primero es evitar que retornen a sus casas peligrosas los vecinos de ocho barrios que vivían en las faldas de los cerros y que ahora están cobijados en campamentos debido a las inundaciones. Para ello, ya está en marcha un plan de reubicación en tierras por la zona del aeropuerto, ya que si no existieran terrenos municipales en ese lugar, la Alcaldía las comprará de personas particulares, la cantidad de hectáreas que sea necesaria.
"Nosotros pondremos los terrenos y el Gobierno construirá las casas", explicó Núñez. Una dupla de trabajo que lo anticipó el ministro de Defensa, Rubén Saavedra, que el lunes estuvo en Rurrenabaque, ayudando a encontrar los cuerpos de las víctimas de El Cerrito, y donde dijo que el Gobierno levantará casas para las familias que por efectos de las lluvias las perdieron en este municipio.
"El proyecto de traslación ya estaba pensado por el municipio, si el Gobierno no cumple igual lo vamos a hacer, porque ya está decidido que las faldas de los cerros no volverán a ser habitadas ", aseguró el alcalde.
El otro brazo del plan es la expropiación de los terrenos donde hay casas cerca de los arroyos, porque mientras esos lugares sean de propiedad de particulares, la Alcaldía no podrá construir canales de concreto a lo largo de uno o dos kilómetros de extensión que tiene cada arroyo. La Alcaldía ya ha previsto contratar a ingenieros expertos en el tema para que hagan un estudio con miras a encauzar los arroyos y que dejen de ser un problema.
El curso de los arroyos se fue moviendo como una culebra con el paso de los años porque nunca se hizo un embovedado que guie el agua desde los cerros hasta el río Beni. Entonces, "los vecinos como pudimos empezamos a construir defensivos caseros para sentirnos seguros", cuenta don Carmelo Soria, que vive en el centro del pueblo, a menos de cuatro metros de un arroyo
CLAVES
Tres décadas en peligro
El asentamiento en las laderas de los cerros data de hace más de 30 años. Desde entonces se dio un tire y afloje entre los vecinos y gobierno municipal. Los unos solicitaban que les titulen sus lotes, y las autoridades se negaban porque entendía que era una zona de riesgo.
Ocho barrios afectados
De los 30 barrios en los que se reparten los 20.000 habitantes de Rurrenabaque, ocho son los afectados: Los Ambaibos, Los Sauces, Poza Blanca, El cerrito, La Florida, las zonas zona sur y central por donde pasa el arroyo que desemboca en el caudaloso río Beni.
En el campamento
El número de personas damnificadas y albergadas en campamentos supera las 800. Todas ellas ya están registradas para formar parte del traslado a otro lugar más seguro, para que empiecen una nueva vida. El número final puede sobrepasar las 2.000 personas.
Personal de apoyo
Son 100 funcionarios de la Alcaldía y 200 contratados temporalmente para tratar de capear el temporal. Están a disposición de los vecinos afectados. Ellos también están realizando un registro de datos para ejecutar un plan que vaya más allá de la emergencia.
HORA A HORA
El día en que el agua rompió el silencio en Rurrenabaque
Un sábado marcado por la tragedia
Parte de la colina conocida como El Cerrito se desprendió por las lluvias, arrasando a su paso con casas y la vida de 10 personas, entre mayores, jóvenes y niños. Fue la mañana del sábado 24 de enero
El rescate de los cuerpos fue lento
La mazamorra formada por lodo y piedras inundó el lugar. Los cuerpos quedaron sepultados en su interior y los rescatistas extremaron esfuerzos y los terminaron de rescatar el pasado martes
Una decisión que no contenta a todos los afectados
En esta historia no todos están contentos. Los vecinos que viven en las laderas de los cerros aceptaron con tranquilidad la noticia de que ya no deben volver a sus casas y que a cambio recibirán un terreno en un lugar seguro para que empiecen una nueva vida. Pero los otros, los que viven en el centro de la ciudad, en zonas vulnerables a los arroyos, dicen que la pelearán porque sus casas se encuentran en una zona comercial y muchos viven de alquilar sus espacios para el comercio.
"Creíamos que los cerros no eran un peligro, que nunca iban a derrumbarse. Ahí vivíamos tranquilos hasta antes del sábado 25. Siempre creímos que nuestro único enemigo durante el tiempo de lluvia era el río Beni, para el que en cierta medida ya estábamos acostumbrados", dice Cristian Fernández.
La orden ya está dada para que no se deje ingresar a ningún vecino a su antigua morada. El alcalde de Rurrenabaque ha pedido el apoyo de la Policía y de los militares para que incluso saquen por la fuerza a quienes intenten hacerlo. Esos lugares ahora parecen barrios fantasmas: casas de madera con techo de calamina en silencio y ni un perro en el patio de las viviendas. De los alambres amarrados de un árbol a otro hay ropa tendida que los adultos dejaron en el apuro de salvar la vida y no correr la misma suerte que las víctimas de El Cerrito.
En el centro del pueblo, Neri de Carrasco está preocupada por dos motivos. Porque el arroyo que antes pasaba a cinco metros de su casa, ahora corre solo a uno, y porque ha escuchado decir que la Alcaldía va a expropiar su viviendas. "Ahí vivimos cinco familias. Yo compré el terreno al municipio en 1977, cuando el arroyo no pasaba por aquí", lamenta esta mujer que está entre la espada y la pared. Por una parte, no quiere ponerse en riesgo regresando a su casa, pero por el otro, dice que esa casa es todo lo que tiene y el esfuerzo de toda una vida.