El sociólogo Fernando Mires publicó recientemente un artículo titulado “Las eminencias grises de América Latina”, donde da cuenta de ciertos personajes que, al interior de varios gobiernos de la región, detentan o detentaron el poder detrás del trono.
La lista incluye a Raúl Castro, quien siempre controló los órganos de represión cubanos a la sombra de su hermano Fidel; al presidente de la Asamblea Nacional de Venezuela, Diosdado Cabello, considerado el número 2 del chavismo; a José López Rega, el “Rasputín” del último gobierno de Perón; a Vladimiro Montesinos, verdadero pilar del régimen fujimorista en Perú; y al vicepresidente boliviano Álvaro García Linera.
Respecto a este último, el sociólogo apunta que el segundo mandatario controla “los aparatos ideológicos”, “razón por la cual sus escritos adquieren el carácter de doctrina oficial de Estado”.
“García Linera parece haber realizado la utopía platónica relativa al ejercicio directo del poder por parte de los intelectuales. Pero en verdad ha sucedido lo contrario; su innegable intelecto ha sido sometido por el poder. Porque García Linera construye sus ideologías de acuerdo a lo que ya ha decidido el gobierno. Por ejemplo, si Morales necesita el apoyo electoral de los campesinos indígenas, él escribirá sobre el Estado-plurinacional. Si el MAS gana elecciones, escribirá sobre la toma del poder por el bloque indígena-plebeyo. Si hay que dar al gobierno un barniz marxista, rebuscará en los textos de Marx frases sueltas para construir un ´marxismo-etnológico`. Si el régimen busca la elección indefinida, él escribirá sobre el ´Estado integral-gramsciano`; y así sucesivamente”, señala.
En efecto, Mires explica de manera certera la claudicación del rol del intelectual en García Linera, quien parece haber renunciado por completo al papel crítico para convertirse en mero constructor de discursos ad hoc, reduciendo la capacidad analítica a la función de mero instrumento de la razón de Estado…
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