El derroche de la pasajera bonanza gasífera en lujos innecesarios sigue viento en popa. Ahora el mandamás del régimen cocalero se dispone a hacerse edificar un nuevo palacio presidencial, que contará con 28 pisos con tecnología de punta y un helipuerto, apto para rápidos repliegues.
Nada menos que 33 millones de dólares le costará al bolsillo de los bolivianos la última ocurrencia de Evo Morales, que parece preferir el despilfarro en obras y compras faraónicas (aviones de lujo, palacios y museos a sí mismo) a un modelo de inversión pública sostenible.
El gobierno acaba de lanzar la tercera convocatoria a licitación para el proyecto, pero si la misma es declarada desierta como las anteriores se procederá a la adjudicación directa, lo que tal vez sea el verdadero objetivo, apto para transacciones non sanctas.
Mientras tanto, la educación y la salud no acompañan ni remotamente la curva de los ingresos extraordinarios por los hidrocarburos.
Todo indica que, de no producirse un cambio de gobierno, tras el auge del gas Bolivia seguirá tan pobre como siempre, tal como sucedió con ciclos económicos anteriores como los de la plata, el estaño y la goma…
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas