Hace casi tres décadas, el asesinato del naturalista Noel Kempff Mercado conmovió a la sociedad cruceña, al punto de movilizarla y generar un giro en cuanto al tratamiento que merecían los grandes narcotraficantes, que desde ese momento recibieron una amplia censura moral y comenzaron su ciclo de descenso social.
Hoy en día, el terrible homicidio de la joven bioquímica Sophia Calvo Aponte parece haber desatado similares reacciones de indignación en la clase media cruceña, que esta tarde reclamó un golpe de timón en materia de seguridad ciudadana, mediante una manifestación masiva celebrada frente a la Catedral.
El símil entre ambos casos no es gratuito: sucede que el actual incremento de la criminalidad tiene como trasfondo el crecimiento del narcotráfico, a raíz de la permisiva política del gobierno de turno, que ampara la existencia de cultivos dedicados a abastecer la fabricación de cocaína (más del 90% en El Chapare según la ONU).
Permisividad que a su vez atrae como la miel a las moscas a los clanes internacionales del narcotráfico, promotores de la cultura de la violencia mediante sus tristemente célebres “ajustes de cuentas”.
Éste es el enrarecido ambiente en el que decaen los valores y proliferan sujetos que ignoran la distinción entre el bien y el mal, en medio de la prédica relativista que dice: “le metemos nomás”…
=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas