A Carrie Bradshaw le sucedió, también a algunas amigas y, sin embargo, nunca pensaríamos que nos tocaría también a nosotros. Llega sin avisar, en una cita en la que los defectos se disimulan, pero a medida que pasa el tiempo, descubrimos que los chicles de menta y las miradas susceptibles forman parte de la relación. Sí, nuestra pareja odia el tabaco. Un problema de anecdótica apariencia pero que puede desencadenar otras temibles conductas.
Amor con nicotina
Cuando la relación comienza todo es pasión y tolerancia, aunque posiblemente nuestro chico nos haya hecho saber sutilmente que odia el tabaco. Entonces comienza ese eterno dilema: ¿Fumar o no? ¿Amor o cigarrillos? Pregunta de cuerpo absurdo que no es otra cosa que un mero ejercicio de tolerancia y (por nuestro bien) salud.
Existen dos tipos de novios anti fumadores: los que imponen y los que previenen. Aquellos que imponen se basan en experiencia tales como la muerte de un ser querido por problemas pulmonares, un hogar vacío de humos, una clara aversión por el aroma y sabor del tabaco (que, por otra parte, nosotros no percibimos del mismo modo) o los que simplemente tienen ganas de imponer esa prohibición como arma de control.
Los comprensivos, o que previenen, respetan que su pareja fume aunque les aconsejen numerosas veces los efectos nocivos del cigarrillo. Esta segunda seña no debería preocuparnos, pero la primera merece al menos unos cuantos consejos.
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Mi libertad y yo
En primer lugar, todos disponemos de una libertad que nadie tiene el derecho de modificar. Podemos entender que el tabaco es perjudicial, ante lo cual somos los únicos responsables. También aceptamos que nuestra pareja nos aconseje no fumar por nuestro bien (y el suyo), pero el problema surge cuando esa otra persona impone, amenaza o chantajea, una técnica muy típica en los novios anti tabaco.
Este tipo de actitud no sólo cohíbe a la persona fumadora sino que la priva de esa decisión tomada por su cuenta. Ante esta situación, deberemos hacerle entender esta razón y, bien intentar dejar de fumar (otra fase ante la cual comprobaremos la tolerancia de esa otra persona), fumar en tus ratos de soledad o solventar la nicotina por chicles. Llegando a un acuerdo con la imprescindible comunicación, todo es permisivo y posible, pero cuando imponen la historia cambia.
Y es que el imponer este acto puede provocar una conducta en la que ya no sea sólo el tabaco aquello que prohibir, sino alguna que otra salida (en la que, precisamente, aprovecharás para fumar), horarios, decisiones y demás acciones que posiblemente no le convenzan por puro capricho y deseo de capricho. Es ante esta situación en la que debemos hacerle respetar nuestra decisión e, incluso, mantenernos en ella como un modo de retar ese comportamiento imponente. Él elige: opción tolerante u opción controladora. Tú, eliges aquello que no te prive de tu libertad y, si al menos lo hace, que sea mediante el modo más saludable. La comunicación es una preciada llave.
Que tu pareja odie que fumes es una situación que suele sucederse en numerosas relaciones. Comienza como algo sutil, pero puede explotar en cualquier momento. De modo que si nos guiamos por la comunicación y el respeto todo es posible, pero si asoma ese control que tanto tememos en las parejas, habrá que pasar a otras opciones.
Yo no soy tu novio, pero también fumo, y ambos sabemos que, lejos de riñas y derechos, el fumar debe acabarse. Sino,siempre puedes tomártelo como una señal para ponerle fin de una vez.
Fuente: www.imujer.com