Un merecido revuelo ocasionaron los dichos xenófobos del senador masista Isaac Ávalos, quien acusó a la mayoría de los colombianos residentes en Bolivia de narcotraficantes. La Defensoría del Pueblo ha pedido la intervención del Comité Nacional de Discriminación, para impulsar un proceso contra el legislador oficialista por violar la Ley contra el Racismo.Es justo que así se haga, pero las declaraciones lamentables de Ávalos también merecen otra interpretación adicional: al elegir a los colombianos como chivos expiatorios por el creciente fenómeno del narcotráfico en Bolivia, se extiende una cortina de humo que busca ocultar a los verdaderos culpables del problema.Comenzando por los cocaleros del Chapare, el núcleo duro del partido de gobierno, cuya producción va en un 95% fuera de los mercados legales de coca, desviada para abastecer de materia prima a los fabricantes de droga.Y siguiendo por el presidente Evo Morales, quien al expulsar a la DEA desvinculó a Bolivia de los esfuerzos globales de lucha contra el narcotráfico.Cierto que hay en el país representantes de la narco-guerrilla colombiana de las FARC, quienes según lo encontrado en la famosa computadora de Raúl Reyes habrían mantenido contactos con el Movimiento Al Socialismo. Así como hay “emisarios” del Comando Rojo del Brasil.Pero la raíz del problema está en la existencia de un “medio ambiente” propicio para su llegada, creado precisamente por acciones y omisiones del proyecto político gobernante…[email protected]