El presidente Morales elogia a quien encabeza la Iglesia, Jorge Bergoglio, sin embargo, cuestiona a los que conducen la Iglesia en Bolivia; en contraparte, la Iglesia de Bolivia tiene críticas y reconocimientos al Gobierno. Permanente oscilación.
Si bien en la Iglesia existen todas las tendencias ideológicas, su jerarquía siempre fue conservadora. A continuación, un recuento del papel de la Iglesia en Bolivia en las últimas décadas.
La Razón / Ricardo Aguilar Agramont / La Paz
Cochabamba. El presidente Evo Morales saluda al monseñor, Tito Solari durante las actividades en Urkupiña. Foto ilustrativa de archivo APG Agencia.
Desde antes de que Evo Morales asumiera la presidencia, en 2006, los partidos de oposición hicieron una campaña de temor en los medios de comunicación creando una mitología de cómo sería si el dirigente campesino llegaría a la presidencia. Mencionaban expropiaciones y toda clase de medidas vinculadas a la propiedad común, la exclusión de los no indígenas, entre otros aspectos. La Iglesia, o más bien sus autoridades visibles, desde la Conferencia Episcopal de Bolivia, participó en la difusión de esta mitología.
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Al final, Morales posibilitó la nueva Constitución, se recuperó la mayoría de las acciones de las empresas estratégicas en favor del Estado y se implementó políticas de redistribución dirigidas a los más pobres. La realidad despertó a aquéllos que habrían esperado cambios más radicales por parte del Gobierno y disipó progresivamente los temores del poder financiero local, el cual hoy es aliado del partido de gobierno, que ha ampliado su inclusión a los sectores empresariales, de clase media y profesionales (aspecto que el analista Fernando Mayorga llamó “giro programático”).
INSTITUCIONALIDAD. A todo esto, la Iglesia pasó de un discurso opositor radical a uno más moderado, sobre todo cuestionando la institucionalidad de la democracia bajo el gobierno del MAS, con uno que otro gesto de reconocimiento en otros campos. En cambio, el Gobierno mantuvo su posición crítica con la Iglesia Católica boliviana casi inalterable, aunque el matiz lo da la postura del presidente Evo Morales respecto del Vaticano a partir del nombramiento de Jorge Bergoglio como el papa Francisco.
Por supuesto que para entender la relación eclesiástica-gubernamental de estos últimos años hay que ver, aunque sea por encima, el rol que jugó la Iglesia en Bolivia en la segunda mitad del siglo XX. En la Iglesia Católica en general es claro que existe “de todo” —advierte el exjesuita Rafael Puente— “desde extrema izquierda hasta extrema derecha”. En Bolivia se ve esa misma tendencia, si bien la jerarquía eclesiástica siempre estuvo en manos de la facción de derecha.
Del ala de la izquierda o una más progresista, durante las décadas del 60, 70 y 80 cabe mencionar a Jorge Prats, Jaime Zalles, Luis Espinal, Gregorio Iriarte, Federico Aguiló, Julio Terrazas (“uno de los más progresistas” según el periodista Remberto Cárdenas, aunque luego daría un giro a la derecha), Miguel Lefebvre, la exmonja Amparo Carvajal, Xavier Albó, entre muchos otros.
A la derecha no hay tantos nombres, si bien eran la mayoría de los sacerdotes, según la exmonja y actual presidenta de la Asamblea de Derechos Humanos de La Paz, Amparo Carvajal. Entre ellos destacan Genaro Prata, vinculado a la dictadura de García Meza (según el reportaje de Wilson Mérida en el que relata que este sacerdote huyó a Italia tras robar un “millonario” lote de joyas de la Virgen de Urkupiña, además de desfalcar a la Iglesia de la que era arzobispo: Cochabamba), el sacerdote Rojas de Santa Cruz (que estuvo en la dirección de Culto de la Cancillería durante la dictadura de García Meza), Clemente Maurer, Alejandro Mestre, entre otros.
Como ejemplo de esta variedad dentro de la Iglesia, el exjesuita Rafael Puente cuenta la anécdota de monseñor Jorge Manrique, quien tras la Masacre del Valle, en 1974, dijo que Banzer tenía las manos manchadas de sangre, por lo que no estaba invitado a las celebraciones de Semana Santa en La Paz. “Al día siguiente, Maurer, ese tiempo obispo de Sucre, salió diciendo que Banzer sí era bienvenido en las ceremonias de Semana Santa en Sucre. Ahí se ven los extremos de los que está compuesta la Iglesia Católica”.
Según Puente, en la jerarquía eclesiástica sigue habiendo un predominio conservador desde que se fuera monseñor Manrique, “un hombre con una conciencia política muy bien puesta”, que fue Obispo de La Paz en los años setenta.
MEDIADORA. Posteriormente, la Iglesia, en las décadas de los 80, 90 y principios de 2000, tuvo un rol político central como mediador de los conflictos sociales. Así lo nota Francesco Zaratti al decir que ese papel le permitió “pasearse por los palacios del poder”.
Ya cuando subió Evo Morales al poder en 2006, la Iglesia se le opuso abiertamente con una campaña contra el proceso constituyente. Temían que el Estado sea laico, como al menos en tinta quedó escrito, si bien en la práctica puedan haber cuestionamientos al alcance del laicismo.
Zaratti ve a la nueva Constitución, en relación a la Iglesia, como “muy positiva por reducir su accionar al campo religioso y social y ya no al político, si bien algunas homilías del Cardenal o algún documento han sido, desde el punto de vista del servicio a la gente, para que entendiera hacia dónde van algunos procesos, únicamente para guiar, porque la Iglesia no tiene cómo obligar a la gente a nada. Esa función crítica se ha reducido”, asegura.
En todo caso, la jerarquía eclesiástica, si desde 2006 se oponía abiertamente, en 2008 lo hace de manera frontal. El punto de quiebre que enoja al Gobierno y hace que la relación empeore, según Puente, es la declaración del cardenal Julio Terrazas en 2008.
“Se nos habla de que hay lugares llenos de esclavos… Que nos muestren la verdad, que nos digan dónde los encontramos. (…) No nos dejemos llenar la cabeza solo con zumbidos de odios y rencores”, dijo en una homilía. Esta radicalización opositora tiene como síntesis, según el diputado electo por el Movimiento Al Socialismo Manuel Canelas, la participación del mismo Cardenal en el proceso del estatuto de Santa Cruz. “Ése fue quizás un hito de esta manera errónea de expresar su oposición al Gobierno”.
Como anécdota —señala— queda que el diario El País, “que suele ser muy crítico con las intervenciones políticas de la Iglesia en España, eligió, sin más interés que encontrar una figura que se oponga a Evo, ese mismo año (2008), al cardenal Terrazas como una de las 100 personalidades más destacadas en el mundo”.
Hoy, los ánimos vuelven a calentarse a causa del doble aguinaldo que deberá pagar la Iglesia (que es tratada por el Estado como cualquier empresa privada) a los trabajadores de sus obras sociales, las cuales —replican los obispos— son solidarias y no les dejan ganancias. Francesco Zaratti las califica como obras para la sociedad que con el doble aguinaldo tendrán que ser reducidas. Ejemplifica que si antes los centros de la Iglesia podían atender a determinado número de adictos a las drogas, ahora atenderán a menos…
La polémica del doble aguinaldo dio pie a una serie de dimes y diretes en la que aún no hay ganador. Las acusaciones van y vienen. Por ejemplo, la declaración de tinte chauvinista del diputado Marcelo Elío, que pidió que no hayan obispos extranjeros, o acusaciones de despilfarro en la Iglesia y réplicas de los obispos que enumeran despilfarros concretos por parte del Gobierno. En ese sentido, Canelas recomienda “evitar las declaraciones inoportunas”.
No obstante, hay que admitir que la historia de los últimos nueve años muestra que ni el Gobierno ni la Iglesia han sabido evitar ese tipo de declaraciones uno respecto del otro.
Gobierno-Iglesia Católica, una relación oscilante y a dos cuerdas
Morales elogia a quien encabeza la Iglesia, Jorge Bergoglio, sin embargo, cuestiona a los que conducen la Iglesia en Bolivia; en contraparte, la Iglesia de Bolivia tiene críticas y reconocimientos al Gobierno. Permanente oscilación.
La Razón / La Paz
Yo diría, de verdad siento que ahora tengo Papa, comprometido con su pueblo, con pensamiento revolucionario, con sentimiento social, y sobre todo con propuestas para cambiar y acabar con la injusticia, la violencia y la guerra”, dijo Evo Morales sobre Jorge Bergoglio, papa Francisco, tras el Primer Encuentro Mundial de Movimientos Populares en el que participó precisamente junto a esta autoridad de la Iglesia en el Vaticano, a finales de octubre.
Dos semanas antes, el Presidente, en su discurso de celebración por su reelección, expresaba desde el balcón del Palacio Quemado: “Creo que están Erbol, Fides por allí… Hay dos medios de comunicación radiales que son administrados por los padres de la Iglesia Católica. Son los primeros enemigos de Evo Morales”.
No hay dónde perderse. Por supuesto que Evo Morales no hace referencia a San Agustín o Santo Tomás. El Mandatario pone el acento en quien administra los medios que considera sus “primeros enemigos”: la Iglesia boliviana, concretamente la Conferencia Episcopal de Bolivia. El Gobierno, entonces, se mueve entre dos cuerdas separadas, como si existieran dos iglesias: la del Papa (a quien Morales llama “de los pobres”) y la de Bolivia…
Por su parte, la Iglesia en el país también parece oscilar: por un lado, hace fuertes críticas a la institucionalidad democrática (“aprendiendo de las anteriores elecciones, queremos recordar que es necesario garantizar siempre la igualdad de reglas para los comicios de 2015”; se insinúa de modo claro que considera que en los recientes comicios de 2014 no las hubo) y, por otro, felicitando, por ejemplo, al Gobierno nacional por el manejo que hace de la economía (como lo hizo el obispo emérito castrense de Bolivia, monseñor Gonzalo del Castillo).
TENSIÓN. Estas conductas ambivalentes de Iglesia y de Gobierno se reiteran sobre todo en los últimos tiempos; hoy mismo hay un pico de tensión a causa del pago del doble aguinaldo, el cual la Iglesia considera que es el Estado el que debería cancelar en beneficio de los trabajadores de la institución católica que operan en obras sociales. Si la conducta es igual, en cambio las interpretaciones sobre este hecho varían.
El físico Francesco Zaratti (fuertemente ligado a la Iglesia Católica en el pasado) explica la situación recordando que, tras la nueva Constitución, se quitó (“para bien”) poder a la Iglesia, lo cual ésta supo “comprender”, mientras que el Gobierno persiste en verla como “una amenaza”. Con base en este argumento Zaratti señala: “Por eso (Evo) puede ir del brazo del papa Francisco, porque él está en Roma, pero los obispos están acá. Que no se haga ilusiones de que hay una ruptura entre el papa Francisco y los obispos de Bolivia, porque la última carta que el Sumo Pontífice envió demuestra que no hay tal, aunque (el Papa tuvo) un gesto de cortesía al cenar con Evo”.
En efecto, en la segunda semana de noviembre, en medio de polémicas declaraciones de autoridades del Gobierno y del Legislativo referidas a los obispos, el Papa envió una carta a los jefes de la Iglesia Católica en el país; en la misiva, Francisco les dio su respaldo, refiriéndose en especial al cardenal Julio Terrazas —una de las cabezas eclesiásticas más cuestionadas por el Gobierno— como a un “amigo” suyo.
En cuanto a la incomprensión del Gobierno de la que hablaba Zaratti, el politólogo y diputado electo por el Movimiento Al Socialismo (MAS) Manuel Canelas atribuye esta actitud más bien al otro lado: a la Iglesia. A tiempo de recordar la complejidad de la relación, afirma que la irresolución viene “por una elevada falta de entendimiento de la jerarquía de la Iglesia en Bolivia —no de los creyentes— de los cambios que han tenido lugar en el país los últimos años”.
Por su parte, el exjesuita Rafael Puente ve las oscilaciones del Ejecutivo como parte de las “necesidades políticas de un Gobierno que no está dispuesto a admitir críticas vengan de quien vengan”; aunque no deja de hacer notar las oscilaciones de la Iglesia, que critica unas cosas al Gobierno y le reconoce otras como algo natural en “una realidad compleja”.
El resultado de la situación —para quien ejerciera como jesuita por más de 20 años y asesorara al Gobierno, Puente— es un punto medio de las percepciones de Zaratti y Canelas, pues habla de incomprensiones mutuas: “Hubo actitudes poco serias de ambos lados”. Inicialmente al Gobierno “le costó” comprender que la Iglesia no es lo mismo que su jerarquía; no obstante, el que cometió el gran error —no de oponerse al Gobierno porque “cualquiera está en su derecho” de hacerlo— sino de “mentir”, fue el cardenal Julio Terrazas, cuestiona Puente, recordando el incidente cuando esta alta autoridad eclesial dijo que no existía la esclavitud en el país, cuando dos años antes la misma Conferencia Episcopal diagnosticó que en algunas haciendas del oriente había “esclavitud moderna”. A partir de este hecho, el Gobierno adoptó una actitud “muy hostil” contra toda la Iglesia y no solo contra su jerarquía.
Esto toma dos sesgos —interpreta Puente. El Gobierno, por voz del propio Presidente intentó acercamientos mediante declaraciones. Así, por ejemplo, Puente menciona el hecho de que Morales se confesó católico, apesar del artículo 13 de la Constitución, que declara al Estado como laico; el Gobierno nunca ha dejado de celebrar las efemérides patrias con ceremonias católicas. “Sigue habiendo Te Déum cosa que no es grave, pero sí incongruente, porque esas celebraciones son oficiales y públicas”.
JERARQUÍA. Esto parece coincidir con las dos cuerdas en el modo de trato del Gobierno hacia la Iglesia: “Hay una suerte de acercamiento del Gobierno a los católicos en general y al papa Francisco en particular, mientras que hay un choque con la jerarquía de la Iglesia”, afirma.
Las declaraciones de la ministra de Transparencia, Nardy Suxo (que exigió rendir cuentas a la Iglesia), o las del diputado Marcelo Elío parecen dar la razón a Puente sobre esto: todos los ataques se dirigen a esta jerarquía. Pero los obispos también muerden, pues contestaron a la acusación gubernamental de despilfarro en la Iglesia con una serie de “hechos muy precisos de despilfarro en el Gobierno”, recuerda el exjesuita Puente.
Retrocediendo unos años, Zaratti explica lo que sucede, con una lectura desde 2006. Antes de ese año, observa, la Iglesia tenía un “rol político” pues era la mediadora de todos los conflictos sociales de más intensidad e incluso de otros menores. Esto le permitía “pasearse por los palacios del poder”. A partir de esto se crearon una serie de “creencias sobre los privilegios de la Iglesia, que en realidad eran más nominales que reales, pues la gran mayoría de sus obras son de servicio y llegan ahí donde el Estado, no. Si antes de 2006, la Iglesia tenía privilegios, no eran unos que le permitían enriquecerse, sino desarrollar sus obras sociales; no se trataban de privilegios como por ejemplo tienen hoy los cooperativistas mineros o cocaleros, que son para que este sector se enriquezca”.
De acuerdo con Zaratti, la nueva perspectiva que (a partir de la nueva Constitución) limita políticamente a la Iglesia, “de manera positiva”, fue comprendida por ésta, a pesar inclusive de que el Gobierno siga viendo a la Iglesia Católica como una amenaza. “Le quiere quitar poder, lo que está bien, porque mientras más poder le quita, (el Estado) podrá ejercer mejor su propia función, aunque los platos rotos los va a pagar la población, pues si antes podía tener, por decir, tres orfanatos, ahora tendrá dos”, prevé el físico Zaratti refiriéndose a la posible reducción de las obras sociales de la institución católica a causa del pago del doble aguinaldo.
En contraparte está la lectura de Canelas, quien ve que la “incómoda” relación llevó a la jerarquía de la Iglesia a “politizar en exceso sus intervenciones, en un sentido opuesto al Gobierno y por tanto opuesto a la voluntad de las mayorías expresadas repetidas veces en las urnas”. Pero no todo son desencuentros. Al menos hasta ahora, Iglesia y Gobierno parecen estar de acuerdo con dos cosas: no legalizar el aborto y decir no al matrimonio entre personas del mismo sexo.
COINCIDENCIA. Más allá de las oscilaciones en que se mueven ambas partes, más allá de los desencuentros, la Iglesia y el Gobierno “comulgan” en la no legalización del aborto y oponerse al matrimonio de personas del mismo sexo. Para Zaratti, el punto de encuentro “no es menor”, pero tampoco sincero, porque mientras para la Iglesia es un tema “ideológico”, para el Gobierno es “pragmatismo político”. Son las bases del MAS las que en realidad “coinciden en estos puntos con la Iglesia y no así la cúpula” del partido, destaca. “Cuando haya una correlación de fuerzas, dentro del MAS, a favor de medidas como éstas, las van a hacer; por ahora veo juegos de poder, de conveniencia”, concluye.
Canelas, en cambio, señala que el debate sobre esos puntos corresponde a la sociedad. “Pienso que aún están en una situación bastante mejorable. Es necesario persuadir, debatir y, en última instancia, convencer a grandes sectores de la población de la pertinencia de avanzar en la expansión de los derechos. En este debate, la Iglesia puede tener voz—más los creyentes que la institución— pero no una capacidad de veto amparada en una idea de verdad que se sustraiga a la deliberación democrática”. Puente, por su parte, ve esta coincidencia de manera más o menos similar a Zaratti: “El Gobierno no quiere crearse dificultades en sectores católicos y evangélicos. Lo cual no creo que sea convicción personal del Presidente”.
ENCUENTRO. Viendo el pasado inmediato, en busca de cómo será el futuro de la relación, el reciente encuentro del Papa con el presidente Evo Morales “supondrá un distensionamiento, desde arriba, de esta situación”, prevé Canelas. “La Iglesia es muy respetuosa de sus jerarquías internas y conviene no olvidar que el Vaticano invitó al presidente Evo a participar en un encuentro de movimientos populares y, posteriormente, a un encuentro a solas. Aquí no puede sustraerse una lectura política y un claro deseo de reconducción de la relación que seguramente será debidamente escuchado por la jerarquía local. La lectura, muy positiva, que ha hecho el Gobierno de ese encuentro ha quedado de manifiesto en diversas declaraciones”.
Esto es puesto en duda por Zaratti, quien ase-gura que de haber sido la cena entre Morales y Bergoglio favorable, el Gobierno habría hecho mucho más alarde del tema…
Aún sin que se pueda hacer un diagnóstico final, queda un Evo Morales que echa flores a Bergoglio (“siento que ahora tengo Papa”) y un Bergoglio que pronuncia un discurso contra la desigualdad, que lo convierte en la síntesis del extreme makeover (transformación extrema) que la Iglesia pretende irradiar. Habrá que esperar aún para ver si realmente se trata de una renovación, si realmente el Vaticano está con la lucha contra la injusticia o se confirma lo que dijo el periodista Maciek Wisniewski: que el mundo está “tan a la derecha” que la palabra “injusticia” en boca de Bergoglio lo vuelve, sin mérito y de manera automática, en revolucionario…
La Iglesia está donde el Estado no llega: Sergio Gualberti, arzobispo de Santa Cruz
La Iglesia cumple un servicio de suplencia allí donde el Estado no llega y lo hacemos con mucha dedicación acogiendo con beneplácito el mandato del amor a los pobres que Jesús nos ha dejado. Esperamos unir fuerzas con el Gobierno para servir a estos hermanos más desfavorecidos con la atención adecuada. Homilía del domingo pasado en Santa Cruz.
‘Siento que ahora tengo Papa’: Evo Morales, presidente de Bolivia
Yo diría, de verdad siento que ahora tengo Papa, comprometido con su pueblo, con pensamiento revolucionario, con sentimiento social, y sobre todo con propuestas (…) para acabar con la injusticia. (…) Planteamos cómo construir la alianza de los excluidos, recuperando los principios y los valores, nuestros pueblos ancestrales. Tras su reunión en el Vaticano.
Evitar declaraciones que sean inoportunas: Manuel Canelas, diputado electo por el MAS
Creo que hay que darle tiempo al procesamiento de esta nueva orientación en las relaciones y, mientras tanto, evitar las declaraciones inoportunas. Estamos en un Estado laico, con un Gobierno fuertemente respaldado en las urnas y con una interlocución directa entre el presidente Evo y el papa Francisco. Éstas son las coordenadas en las que tiene que enmarcarse la relación.
El ‘chunkeo’ entre Morales y Bergoglio: Rafael Puente, exjesuita y miembro del Colectivo Urbano por el Cambio
Antes, el Gobierno no distinguía entre Iglesia y su jerarquía, ahora parece hacerlo y es un paso adelante, pero a cambio de eso, hay una suerte de chunkeo (intercambio de cariño, quechua) con el Papa, que no es muy consecuente. Si bien no se puede negar que Francisco está dando muchas sorpresas, apoyó a la dictadura argentina de 1976 y no se ha arrepentido, a pesar de otros gestos.
La Iglesia comprendió su nueva realidad: Francesco Zaratti, físico
La nueva Constitución ha sido muy positiva porque de alguna manera ha reducido el accionar de la Iglesia al campo religioso y social, ya no al campo político. Esta nueva realidad fue percibida muy bien por la Iglesia, pero no por el Gobierno, que la sigue viendo, por su popularidad y su presencia en el país, como un peligro para la hegemonía del poder. Ése es el gran problema.