Carlos Alberto MontanerEspaña está en medio de una tremenda crisis que puede acabar con una buena parte de sus formaciones políticas y precipitarla en una crisis institucional gravísima.La mala noticia es que el origen del conflicto se encuentra en la corrupción generalizada, que afecta al Partido Popular, al Partido Socialista, a los sindicatos, a los comunistas de Izquierda Unida, a los jefes históricos de Convergència i Unió, un partido catalán de centroderecha que hoy busca la independencia, y, naturalmente, a unos cuantos empresarios enriquecidos al amparo del poder político.Surge un escándalo tras otro, al extremo de que es frecuente escuchar que todos los políticos son unos ladrones. El presidente del Gobierno, Mariano Rajoy, ha pedido perdón al país. También lo ha hecho Esperanza Aguirre, líder madrileña del Partido Popular, por haber elegido mal a sus colaboradores. Es correcto pedir perdón.La buena noticia es que está actuando la justicia y nadie trata de impedirlo. En el país hay más de 600 personas condenadas por delitos relacionados con el peculado, la malversación o el impago de los impuestos. Los últimos detenidos e imputados son más de medio centenar. Se terminó la impunidad.Las consecuencias de esta pérdida de prestigio de la clase política es la ascensión del grupo político conocido como Podemos, dirigido por un joven profesor llamado Pablo Iglesias. Un sondeo publicado por El País lo sitúa a la cabeza de las preferencias electorales.El programa político de Podemos es una suma de todos los devastadores disparates que pueden arruinar a la sociedad, pero, ante el descrédito de los partidos políticos, una buena parte de los españoles ha llegado a la conclusión de que hay que castigar en las urnas a las formaciones del establishment, o de «la casta», como les llama Podemos despectivamente, sin advertir que la corrupción es mala, pero mucho más daño puede hacer la entronización en el país de un Gobierno populista de corte chavista que destruya el aparato productivo y crispe, empobrezca y divida aún más a los españoles.Podemos cree en el control de precios y salarios, en reducir los horarios laborales para que, supuestamente, trabajen más personas. Cree en poner tope a los alquileres, en confiscar las propiedades no habitadas para asignarlas al pueblo, en nacionalizar los servicios públicos que no cobren tarifas adecuadas. En fin, cree en Gobiernos intervencionistas y planificadores, de esos que dictan las políticas públicas que han arruinado a docenas de países en el pasado.Muchos españoles piensan que esa pesadilla no les puede ocurrir a ellos. Me temo que están minuciosamente equivocados. La imbecilidad está al alcance de cualquier pueblo. Pregúntenles a cubanos y venezolanos. Ellos también pensaban que algo así no podía suceder en sus países. Pero sucedió, y ahí sigue… y sigue.Libertad Digital – Madrid