Erika Brockmann QuirogaA pocas horas de conocerse el pronunciamiento del Tribunal Supremo Electoral (TSE) respecto a la apelación interpuesta por candidatos observados aspirantes a cargos subnacionales, continúa la avalancha de críticas lanzadas contra su actuación. A todas luces, la prohibición del derecho a postularse aplicable a asambleístas nacionales elegidos en 2010 vulnera el derecho de al menos cinco candidatos para convertirse en el horror de un proceso que arranca cojo. Lamentablemente, este gravísimo hecho se eclipsa por los errores y enredos burocráticos que no solo debieran atribuirse al TSE, sino también a la burocracia generalizada, a la debilidad de las organizaciones políticas y al peso del poder hegemónico del MAS.La polémica circular desnudó su inconsistencia al excluir, del alcance restrictivo de derechos a asambleístas suplentes, a los candidatos a gobernadores y a exmiembros del Órgano Ejecutivo. El TSE amplió lo odioso y restringió lo favorable, contrariamente a lo que dicta un principio jurídico cuando de ejercicio de derechos se trata. Se interpretó con mentalidad provinciana la noción de residencia al quitar todo valor al certificado de lugar de sufragio y registro del padrón electoral, referente clave generador del derecho político en determinada circunscripción. No debiera sorprender el significativo número de postulantes que desistió en el camino ante la molesta burocracia para tramitar los documentos requeridos. Eso fue patente en aquellos municipios y provincias predominantemente rurales donde el MAS tiene todas las de ganar o en lugares donde organizaciones sociales alineadas al Gobierno asedian a postulantes opositores. Si bien la votación del partido gobernante no será la misma que octubre, a la oposición le costará llenar sus listas, cumplir los requisitos y competir en iguales condiciones.Según el presidente, el TSE perjudicó al MAS. Sin embargo, todo apunta a que el partido oficial decidió lapidar políticamente al grupo de disidentes aun a costa de sacrificar a sus propios cuadros. Convenía camuflar la injerencia de los halcones del poder con una sumatoria de enredos y errores. Con esta lógica se sacrifica la calidad de la democracia, se intenta ganar en mesa y no en cancha.El Deber – Santa Cruz