Los musulmanes de Bolivia luchan contra el desconocimiento


La comunidad está integrada por unas 1.000 personas, aunque no hay cifras exactas. Hay dos mezquitas, una en Santa Cruz y otra en La Paz. Más de la mitad de los creyentes son bolivianos y apuestan por dar a conocer su fe para atraer a nuevos miembros

Dirige la oración el que mejor recite el Corán. Los creyentes deben aprender árabe

Dirige la oración el que mejor recite el Corán. Los creyentes deben aprender árabe

Antes de que se oculte el sol, Jorge Antelo deberá apoyar su frente cuatro veces sobre la alfombra de la mezquita de la calle San Joaquín. Mediano, de ojos rasgados y barba rojiza, Jorge Antelo se dio cuenta de que era musulmán hace diez años, luego de pasar toda su vida como católico. “Siempre viví sometido a las leyes de Dios.



Eso significa islam”, dice sonriente. Como él, otros 200 cruceños han abrazado la fe del profeta Mahoma y, en días de atentados como el de Charlie Hebdo, en tiempos de matanzas como las de Boko Haram o en conversiones obligadas como las ISIS, deben explicar que el islam no tiene nada que ver con eso, que es una religión tolerante y que ningún musulmán bien formado en el Corán, su libro sagrado, atentaría contra la vida de otro ser humano.Isa Amer, grande, redondo, barba entrecana y con la corona cubierta por una pequeña malla circular, llega para dirigir la oración de la tarde y explicar que el Centro Islámico de Bolivia consiguió su personería jurídica en 1989, pero que comenzó a tramitarla en 1985 luego de ramadán, el periodo de ayuda y abstinencia musulmán. Isa es hijo Mahmud, un palestino casado con una mujer vallegrandina que llegó a Santa Cruz en 1974 y echó raíces, hizo amigos y se daba a la tarea de reunir al puñado de musulmanes en su casa para compartir la oración. “Nos enseñan que la oración en grupo vale más que la oración en solitario”, señala Isa Amer, el imam (líder) de la comunidad musulmana cruceña.Isa es algo parecido a un sacerdote de la mezquita, pero en realidad no lo es. Entre los musulmanes ortodoxos no hay iglesia, congregación y dirige la oración el que mejor recita el Corán. Como Isa estudió árabe clásico y derecho islámico en Arabia Saudita, es el que dirige la oración, el que enseña, pero no tiene ninguna diferencia de rango con el resto de los creyentes.DefinicionesIsa sabe que hay más musulmanes en Santa Cruz, pero calcula que en los días de fiesta llegan hasta 200 personas a la mezquita. Los que no se acercan viven lejos o son extranjeros que no saben que hay una mezquita en Santa Cruz o que no quieren frecuentarla porque intuyen que está permanentemente vigilada por la Policía y Migración.Para Amer esa vigilancia no es acoso, sino presencia del Estado y está bien que así suceda. Explica que en otros países los templos tienen resguardo policial y que eso hace que las personas que llegan con malas intenciones no se acerquen.Además de ofrecer un espacio para las oraciones diarias, en el Centro Islámico se enseña árabe. Los que se integran a la fe musulmana comienzan sus rezos en su lengua materna, pero deben aprender el árabe para poder recitar el Corán en su lengua original, en la que fue revelada al profeta Mahoma.En esa tarea están los islámicos cruceños.Sergio Laserna es uno de ellos. Nacido católico, Sergio había pasado por los Testigos de Jehová y la fe Bahaí antes de llegar, hace dos años, al centro islámico. Llegó siguiendo a su pareja, por curiosidad, y allí se sintió parte de algo. En su primera visita le llamó la atención una persona con una polera que decía Jesús también es islam. Se acercó a él y, pese a que estaba de salida, se tomó dos horas para explicarle todo lo que preguntaba.“El islam es la religión de los porqués”, dice. Eso fue lo que más le gustó. Cada vez que tenía una duda la consultaba y alguien le daba una respuesta. “Si un musulmán no sabe algo, debe buscar a alguien que lo sepa o ayudar al que tiene una duda a obtener su respuesta”, añade.Esas dudas irresueltas, la falta de respuesta, también atrajeron a Elmer Saucedo, que de a poco ha convencido a su familia de acercarse a la mezquita, de acompañarlo. Denisse Rodríguez llegó siguiendo a un amigo que luego se convertiría en su novio.Era católica, parte del coro de su iglesia y ya se había decepcionado de los evangelistas por lo del diezmo. Pese a que un cura le había explicado que a la Virgen se la venera, no se la adora, aún le quedaban dudas sobre por qué había una Cotoca, otra en Urkupiña, otra en Copacabana, otra en Lourdes… por qué eran tantas. Ahora usa una pañoleta en la cabeza y está aprendiendo.Le gusta la idea que el Corán tiene sobre la mujer y se sienta al lado de Tatiana Miranda al momento de realizar la oración. Ambas ocupan el fondo del salón de la mezquita, detrás de una mampara, separadas de los hombres que están al frente.La historia de Tatiana es distinta. Criada por ortodoxos judíos fuera del país, nunca pudo bautizarse a la fe de sus maestros, pero vivió como una, con todas sus costumbres. Necesitada de una ligazón con Dios, sus maestros le sugirieron acercarse a los musulmanes, que consideraron lo más cercano al estilo de vida de los ortodoxos judíos.Para ella, la pañoleta en la cabeza, el recato al vestir no fue una novedad y es uno de los aspectos que más le gusta de la tradición musulmana. Sin embargo, tenía desconfianza. Pese a que le había explicado que los musulmanes que realizan atentados son los que no conocen bien el Corán, Tatiana se preguntaba en qué momento saldría el extremismo a flote, en qué momento aparecería la violencia. “Me enseñaron el amor por los demás, a buscar la paz por el prójimo”, explica.Jorge dice que la clave es la tolerancia, que él se lleva bien con su familia católica y con su vecino evangelista, pero que su conversión no fue fácil. “Mi madre es católica y me quería dar con la mano de tacú. Mi padre es más abierto. Ahora, para Navidad, saben que además de chancho deben preparar otro plato para Jorge y su familia”, dice.Jorge es casado y tiene dos hijos, un niño y una niña. Su esposa es católica, al igual que su hija, pero el mayor, de 10 años, lo acompaña en su fe. “Él ya aprendió a no decírselo a personas con las que se va a discutir”, cuenta. A Isa Amer le pasó algo similar. Matriculó a su hijo en un colegio y solicitó al director que no pase religión, pero de regente del colegió le explicó que un niño no podía estar a vueltas en el colegio, que él podía llevar su libro. El problema es que el maestro era un pastor evangélico y cuando el niño le dijo su visión sobre Jesús se ganó una expulsión del aula.Miedo a discutirAmer minimiza el incidente con su hijo. “No fue una reacción de violencia física, como se ven en otros países. Santa Cruz no es una sociedad violenta, salvo que la política o el dinero estén involucrados”, dice. Amer explica que puede contar con los dedos de una mano las agresiones contra el centro islámico y se reducen a algunas pintadas contra Mahoma en las paredes de sus vecinos que fueron rápidamente tapadas.Eso sí, critica que el cruceño, tan abierto como es, le huya a las discusiones trascendentales. Observa que los cruceños tienen miedo a las charlas o discusiones sobre religión. Cree que algo tiene que ver con que la inquisición haya estado presente en América hasta el siglo XIX. “Decimos mejor no discutir de fútbol, política y religión. Supongo que es algo que tiene que ver con la religión”, añade.Para el Centro Islámico es clave la formación sobre el islam. Es su principal misión, no solo para captar nuevos fieles, sino para matar el desconocimiento, para acabar con el miedo a una religión que es pacíficaFuente: eldeber.com.bo

=> Recibir por Whatsapp las noticias destacadas