En realidad, dedicarse a pensar termina resultando en una menor quema de calorías…
En términos generales, sí. Las áreas del cerebro que son más activas reciben un flujo sanguíneo mayor y consumen más glucosa.
Este incremento de flujo sanguíneo es lo que permite que los aparatos de resonancia magnética funcional detecten la actividad cerebral.
Podría pensarse que una persona menos inteligente necesita emplear más calorías cuando intenta resolver un problema, pero un estudio de 1995 de la Universidad de California, en Irvine, concluyó lo contrario.
Cuando un problema mental te parece fácil, es porque tienes más neuronas que pueden ayudar a resolverlo. Tu gasto de energía es más alto, pero tu percepción subjetiva del esfuerzo requerido es menor.
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Sin embargo, esta investigación sólo estudió el uso de corto plazo en sujetos que se concentraban en resolver un problema.
El resultado no puede generalizarse para concluir que un cerebro con mayor coeficiente intelectual usa más calorías en un día común y corriente.
Y en cualquier caso, el número de calorías extra que se queman durante el proceso de pensar es muy pequeño comparado con los requerimientos de base del cerebro cuando no está haciendo nada.
Tu cerebro necesita unas 300 calorías al día sólo para mantener sus propios tejidos. Concentrarse en problemas difíciles sólo incrementa esto unas 20 o 50 calorías al día. Es más o menos lo mismo que quemarías si caminas cuatro minutos.
Así que, a menos que estés tratando de resolver sudokus mientras caminas en una correa de ejercicio, la actividad mental de hecho reducirá el número de calorías que quemas en total simplemente porque al detenerte a pensar no estás haciendo actividades más físicas.
¿Por qué diferentes países usan distintos voltajes?
La mayor disparidad es entre los 110V de Estados Unidos y gran parte del resto del mundo, que usa 230V.
En la «guerra de la electricidad» el resultado estuvo dividido: Estados Unidos se quedó con los 110V de Edison y Europa se decantó por los 230V de Tesla.
El voltaje más bajo de Estados Unidos se debe a que Thomas Edison inventó la electricidad de corriente continua (DC) con voltaje de 110.
El rival de Edison, Nikola Tesla, demostró que líneas eléctricas largas transmitían corriente alterna (AC) en forma más eficiente que la DC. Su concepción se impuso, aunque el modelo de 110V de Edison se mantuvo. Y así ha seguido siendo en Estados Unidos, Canadá y parte del Caribe desde entonces.
Para cuando la electrificación se extendió por Europa a principios del siglo XX, las lámparas usaban filmanetos que podía emitir más luz y manejar una carga eléctrica más alta. Así que la compañía Berliner Elektrizitatswerke de Alemania estableció la corriente de 230V como algo estándar.
¿Cuán significativos los resultados estadísticos significativos?
El concepto de «significación estadística», que se usa con frecuencia para presentar los resultados de una investigación, es uno de los términos científicos peor comprendidos, incluso entre los mismos científicos.
Calcular la significación de una estadística implica cálculos complejos.
Para evaluar si el resultado de un experimento es «significativo» o no, se usan fórmulas que determinan las probabilidades de que se hubiera obtenido un resultado al menos tan impresionante si el origen fuera la casualidad.
Si las probabilidades son de menos de 1 en 20, entonces el resultado se considera estadísticamente significativo.
Pero -contrario a lo que muchos científicos piensan- esto no significa que la probabilidad de que el resultado sea un caso único sean, a la vez, de 1 en 20.
Como el cálculo se hizo asumiendo que el azar es responsable, no puede decirnos las probabilidad de que dicho supuesto sea correcto. Para llegar a esa cifra se toma en cuenta la plausibilidad inherente de llegar a ese resultado. ¡Uf!
Cuando se completan todos estos cálculos, muchos descubrimientos «estadísticamente significativos» pero implausibles terminan arrojando un alto riesgo de ser casualidades.
Los estadísticos han advertido sobre los peligros de malinterpretar la significación estadística por décadas, con poco o ningún efecto.
Algunos sospechan que este malentendido está detrás de la «crisis de replicación» que afecta a la ciencia, por la cual muchos hallazgos no pueden confirmarse por estudios subsecuentes.
¿Por qué alivia rascarse?
Estudios que usan técnicas de resonancia magnética funcional han mostrado que rascarse causa patrones de actividad cerebral que se asocian con el placer y la recompensa.
Al parecer nos rascamos por una cuestión evolutiva.
Este efecto es más fuerte cuando te rascas tu mismo y cuando te estás rascando en un lugar que te pica, en vez de hacerlo en un lugar cualquiera de la piel.
Pero, al contrario de que lo podrías esperar o de lo que hayas leído en otro lugar, no hay evidencia clara de que este placer povenga de la liberación de endorfinas: pasa únicamente en el cerebro y la espina dorsal.
Este mecanismo puede haber evolucionado para impulsarnos a deshacernos de parásitos de la piel. Toda la evidencia sugiere que se trata de una respuesta muy antigua, porque todos los vertebrados se rascan… ¡Incluso los peces!
Fuente: BBC