Un Brasil escéptico aguarda la reinvención de Dilma Rousseff


ROUSSLa presidenta brasileña asume este jueves su segundo mandato y, tras unas de las elecciones más competidas en la historia del país, se enfrenta a un panorama muy distinto al de hace cuatro añosTras recibir la llamada de su médico para advertirle que sufría un cáncer de ganglios, la entonces ministra Dilma Rousseff suspiró y se desahogó con su secretario particular: “La vida no es fácil. Nunca lo fue”. La frase, del 17 de abril de 2009, ganaba aún más sentido para una mujer que enfrentó desafíos como nadie. Rousseff sobrevivió a las torturas de la dictadura militar y superó el cáncer antes incluso de convertirse en la primera presidenta de Brasil, en 2010. Ahora, Rousseff asume su segundo mandato, consciente de que la vida no se lo va a poner fácil, como nunca lo hizo.A diferencia de otros obstáculos con los que se ha tropezado, algunas de las dificultades actuales son consecuencia de sus propios errores a lo largo de estos cuatro años y van a exigirle una capacidad de renovación y mucha mano izquierda más allá de la empleada en 2011. Aquel año, Rousseff, que nunca había disputado un cargo electivo, salía de la campaña victoriosa, en un “clima de optimismo y confianza”, como relató el periodista Ricardo Amaral. El país quería la continuidad de las conquistas de Luiz Inácio Lula da Silva, y su sucesora prometía que así sería.Al despedir 2014, Brasil no exhala el mismo sentimiento de hace cuatro años, cuando se eligió con 55,7 millones de votos, 12 millones más que su rival, el conservador José Serra. La noche del 26 de octubre, cuando los brasileños votaron en la segunda vuelta, Rousseff no supo hasta el último momento si se mantendría en el poder o tendría que ceder su lugar a Aécio Neves, que capitalizó como nunca el sentimiento anti-Rousseff. Los resbalones en la economía, la inflación, las denuncias de corrupción en Petrobras, la negación de la crisis, los gastos excesivos del Mundial y las protestas de junio de 2013 demostraron que las urnas habían dejado de ser tan favorables para la presidenta. Rousseff venció, pero con una diferencia de apenas 3,4 millones de votos. Ya reelecta, Rousseff enfrenta ahora protestas callejeras de la derecha que exigen su impeachment y de los más exaltados que afirman preferir una dictadura militar a la “dictadura bolivariana” de Rousseff.En el estilo de la presidenta, se identifica un abanico de características que justifican los recelos de casi la mitad de los electores. Entre ellas, la dificultad para reconocer sus errores, el estilo centralizador, su discurso económico optimista cuando los números muestran otra realidad y su afán de transmitir que los cambios más importantes solo ocurrieron tras los años del PT en el poder. Parte de sus desatinos ya estarían resolviéndose con la nominación del nuevo ministro de Hacienda Joaquim Levy que pretende encaminar la política económica de Rousseff, que acabó valiéndose de maniobras contables para evitar cerrar el año en números rojos.Al nombrarlo, Rousseff estaría renunciando a su estilo para avanzar. El exministro Antônio Palocci confirmó de alguna manera esa lectura en una conversación con empresarios. “La presidenta conoce muy bien a Levy. Si lo eligió es porque sabe de la necesidad de un nuevo planteamiento”, dijo. Con Levy, se despide el optimismo exagerado de su antecesor Guido Mantega y entra el realismo seco del nuevo ministro, que ya dejó claro que las prácticas insustentables en la economía están descartadas.Su capacidad de delegar, sin embargo, está por ver. Rousseff llegó al final de su primer mandato con la credibilidad desgastada, aunque la última encuesta del Gobierno afirmase que el 52% de los entrevistados aprueban su gestión. Una encuesta anterior a sus polémicas elecciones de ministros como la defensora de la industria agrícola Kátia Abreu en la cartera de Agricultura o el impopular exalcalde de São Paulo Gilberto Kassab.Rousseff asume su segundo mandato con un PT dividido, debilitado por las denuncias en la principal empresa estatal. La sospecha de que la red corrupta de desvíos de dinero y sobornos haya beneficiado a sus aliados va a perseguirla hasta 2018. El éxito de su Gobierno es condición sine qua non para que su partido encuentre una salida a su propia crisis de identidad e intente mantenerse en el poder.La reinvención de Rousseff en este segundo mandato puede ser una ilusión o un hecho concreto que sorprenda al mundo, como en las historias de héroes que superan los desafíos más difíciles tras corregir sus debilidades. El tiempo para conocer el veredicto final ya comenzó a correr.El País – Madrid